El bloqueo político sigue y se agrava
Ha pasado media campaña electoral y aquí sólo se ha movido la hoja de Unidos Podemos, que da un salto hacia arriba y cuyo líder está en estado de gracia: para la mayoría ganó el debate a cuatro y sus palabras siempre consiguen agitar la campaña. Lo que ocurre es que su avance no logra situarlo en solitario en la Moncloa, con lo cual si estas elecciones se convocaron para superar el bloqueo político, el bloqueo sigue ahí, como el dinosaurio del cuento. El único cambio producido, según las encuestas, es el del segundo puesto, que humilla a Pedro Sánchez, pero no aclara la gobernación. Toca seguir esperando el voto del último minuto, lo cual llena de intriga y pasión la última fase de la campaña.
Nos espera, por tanto, una semana de vértigo en las estrategias y de apasionamiento en la atracción del indeciso. Ya no hay tiempo para la seducción, sino para la explotación del voto útil, que el señor Rajoy reclama con toda claridad. Antes se apelaba a la utilidad del voto con sutileza, con más sugerencia que reclamación. Ahora casi se exige con referencias directas en lo personal y dramatismo en el supuesto uso posterior de los escaños. El ejemplo más claro, el discurso del PP sobre Ciudadanos: votar a Rivera es tirar la papeleta, como dijo Rajoy en Castilla-La Mancha, o dárselo a los socialistas, como repiten algunos portavoces y medios informativos con elocuente descaro.
Por una vez esa busca desesperada del voto útil está justificada, aunque a veces no sea el procedimiento más ético de ganar las elecciones. Está justificada, porque lo peor que le puede pasar a España dentro de nueve días es que el resultado de las urnas sea el que están anunciando las encuestas: el Partido Popular será el más votado, con permiso de Unidos Podemos; pero si Rajoy consigue que gobierne la lista más votada, sin más, será el gobierno más débil de la democracia; si necesita un pacto con Ciudadanos para completar mayoría, a ver qué hace el señor Rivera con su exigencia de la cabeza de un Rajoy que no quiere renunciar; si se requiere la gran coalición con el PSOE, será un acuerdo dramático para el sector más moderado de la izquierda; y si la mayoría es de una alianza de izquierdas que necesitaría el sí del PSOE, sólo se podría conseguir con el precio de un cisma socialista.
Nada está escrito mientras no hablen las urnas, pero esos son los indicios actuales de este proceso electoral. Y las palabras no anuncian una mejora del clima. La agresividad entre rivales –el rencor de que hablamos hace días– se incrementa a medida que avanza el calendario. La ausencia de propuestas nuevas al electorado deja la campaña vacía de ideas y hace que los discursos sean cada día más agresivos para las personas. Clima de nervios en los agentes políticos. Aumenta la dificultad para construir cimientos de pactos futuros. La incertidumbre vuelve a llamar a la puerta. El bloqueo sigue ahí.
Aumenta la dificultad para construir cimientos de pactos futuros; la incertidumbre vuelve a llamar a la puerta