El corredor que necesitamos y no quieren
El corredor mediterráneo es una infraestructura vital para todo el arco mediterráneo. También para el conjunto del Estado. Porque en efecto está por donde circula el grueso de las exportaciones. Es la principal puerta de entrada y salida de mercancías. Es, en definitiva, una vía que responde a la lógica económica y claramente al servicio de la economía productiva.
Más aún, el corredor mediterráneo responde al sentido común, a la eficacia, a la prosperidad económica, a una inversión de recursos con retorno. Pero tiene un grave problema, desde la histórica visión de desarrollo radial de las infraestructuras en España, que se ha vuelto insalvable en la práctica. Y su problema es, sin duda, político. Y es que si se nos permite la expresión desenfadada, no pasa por Madrid, sino que pasa de Madrid. Aquí radica el problema de su ejecución. Nunca el Gobierno español ha impulsado una infraestructura que no sirviera para vertebrar el Estado a partir de un nódulo de kilómetro cero situado en la Puerta del Sol. El Estado ha consumido recursos ingentes al crear una gran capital en lo que era un páramo geográfico y, si ha convenido, también a costa de perjudicar a la Meseta, centrifugando toda la riqueza con finalidades estrictamente políticas.
No importa si esta vía juega a favor del conjunto de la economía, tanto da si todos los agentes económicos y sociales coinciden en que es básica o si Europa la bendice y lo tiene claro, el problema reside en que sólo pasa por Andalucía, Murcia, el País Valenciano y Catalunya. Y esta anomalía ha hecho que quedara permanentemente aplazada aunque fuera en detrimento del conjunto de la economía española.
Con los años y ante la contundencia de las evidencias, tanto el PP como el PSOE han acabado incorporando el corredor mediterráneo, con tal de que se diga, al lado de otros hipotéticos recorridos, como el llamado corredor central, mientras a la hora de la verdad sus gestiones iban siempre encaminadas a impulsar un determinado corredor y olvidarse del que es posible y necesario, con una obstinación digna de estudio y teniendo en cuenta que era la misma Unión Europea la que advertía y recordaba que el corredor Central era inviable por su alto coste y porque el mercado había dibujado y consolidado una determinada vía de paso de las mercancías de la Península hacia Europa.
La verdad, sin duda, es que no se ha hecho el corredor mediterráneo sencillamente porque el Gobierno español siempre lo ha ignorado y nunca ha sido una prioridad. Porque en la toma de decisiones del Gobierno español siempre ha primado la política sobre la economía a partir de un centralismo furibundo que ha fundamentado la misma idea de España. Hoy, la decepción es constatar que las nuevas fuerzas políticas también acarrean este lastre, que nacen injertadas de la misma idea decimonónica de España. Es, de hecho, una profunda decepción que evidencia hasta qué punto la España radial sigue lastrando el propio futuro de España y su desarrollo.
El corredor no se ha hecho porque el Gobierno español lo ha ignorado y nunca ha sido prioritario