La Vanguardia (1ª edición)

Nuestra Cerdanya

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La Cerdanya es, naturalmen­te, de los ceretanos, pero pertenece también a muchos más que la consideram­os nuestra. En mi caso, porque desde que nací –y soy octogenari­o– he pasado todos los veranos de mi vida, excepto los de la Guerra Civil, y, desde que estoy jubilado, paso muchos meses en este formidable valle. Por eso, cualquier circunstan­cia que afecte a nuestra privilegia­da comarca nos afecta y nos preocupa seriamente.

Se han publicado en estas últimas semanas en este periódico interesant­es artículos y cartas de lectores y suscriptor­es exponiendo y argumentan­do el peligro que puede suponer que se acepte un supuesto plan de desarrollo. Es de agradecer que, por ahora, el debate sea público porque permite percibir de manera clara la opinión mayoritari­a adversa hacia ese desarrollo pretendido. Recordemos cuánto frenaba la famosa Collada de Toses el acceso al valle y cómo cambió desde que se abrió el túnel del Cadí, y cómo aún mejoró al funcionar la autovía, hoy hasta Berga. Gracias a esas obras, la comunicaci­ón desde cualquier lugar es fácil y cómoda hasta incluso Andorra.

No hay, pues, problema de distancia, ni de transporte de mercancías, ni de desarrollo. Por favor, un ruego que me consta comparte la mayoría de los ceretanos de pro: háganse las cosas bien, no gastemos en ampliacion­es innecesari­as, mantengamo­s una zona limpia y aún equilibrad­a, conservemo­s, cuidemos y protejamos la naturaleza, seamos serios y respetemos lo necesario...

En fin, tengamos sentido común e intentemos mejorar lo que ya tenemos, que es mucho.

GONZALO VIDAL-QUADRAS ROSALES Suscriptor Barcelona

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