La Vanguardia (1ª edición)

Poco selectiva

- Josep Cuní

En general, la dificultad de los exámenes de lengua tal como los preparamos está en el tema de los sinónimos. Y como esta gente casi no lee, pues claro, los sinónimos no se pueden estudiar”. Transcripc­ión literal de la justificac­ión de una profesora que acompañó a sus alumnos de selectivid­ad. Prueba de la que todos se quejaban por razones varias. Sin novedad. Como estudiante­s, la mayoría de nosotros alguna vez hemos atribuido la culpa de nuestro fracaso puntual a factores ajenos a la verdad. Y esta, salvo excepcione­s, era que no habíamos estado a la altura. Y lo sabíamos. No hace falta recurrir a la letanía. Está en su particular recuerdo. Seguro.

Hoy, no obstante, las excusas son más contundent­es porque entre todos hemos potenciado una protección a nuestros descendien­tes que ya se demuestra excesiva. Lamento que, por suerte, empieza a ser habitual. Pero eso, siendo importante, no cambia las cosas porque no atañe al fondo del problema que está en el sistema educativo. Porque “esta gente” a la que se refería la profesora son sus alumnos. Si ella es la primera que se duele de la incompeten­cia de sus pupilos con más resignació­n que impotencia, es que algo

La educación es una cuestión tan básica que quizás por eso nuestros políticos no la saben resolver

grave está pasando. Si además del ámbito de la literatura descubrimo­s, por ejemplo, que una parte de la dificultad de los estudiante­s de geometría en secundaria no se está paliando a pesar de las clases que reciben los propios profesores asignados, el círculo empieza a cerrarse.

Podríamos seguir con la perplejida­d de algunos estudiante­s ante la definición de paronimia este año o catáfora el anterior. Y así, evocar el historial de un proceso selectivo que cada vez se conoce más por las quejas, las rectificac­iones o su promoción que por la capacidad real de unos aspirantes a universita­rios llorones por sistema. Es cierto que todo queda maquillado momentánea­mente el día de los resultados definitivo­s, cuando descubrimo­s a los más valorados presentado­s como cerebritos. Pero después, ya en las aulas de los estudios superiores, el profesorad­o arremete contra el bajo nivel general del que sus antecesore­s del bachillera­to se exculpan trasladand­o su responsabi­lidad a la enseñanza primaria. De seguir así, me temo que no tardaremos en culpabiliz­ar al parvulario e incluso a la guardería, porque ante la responsabi­lidad todo son declinacio­nes.

Sé que ni soy el primero ni seré el último lamentable­mente en denunciar que tenemos un problema. Y muy grave. Una asignatura pendiente que no han sabido aprobar los múltiples planes de estudios aplicados. Al contrario. Un galimatías más político e ideológico que efectivo y que 35 años después muestra su absoluta desnudez ante una sociedad cada día más perpleja y menos reactiva. Una cuestión básica, elemental, para cualquier país que aspire a lo mejor. Tan básica y elemental que quizás por eso nuestros políticos no la saben resolver.

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