Jarre y Anohi, las dos caras de la electrónica espectáculo
El Sónar acogió sus propuestas en la jornada más brillante
Bastante insólita imagen meteorológica que acompañó durante una parte al Sónar de Día de ayer: lluvia intermitente, apariciones del sol, aire fresco, un flujo más pausado en la llegada de aficionados. Fue un día poderoso en oferta musical para un vector muy amplio de gustos, que encontró en la oferta nocturna una tentación difícil de resistir con Jean-Michel Jarre, James Blake, Anohni, Richie Hawtin o Flume.
El francés Jarre, pionero de la electrónica de consumo, estrenó mundialmente sus dos últimos discos, los volúmenes 1 y 2 de Electronica, en el que era su debut en el Sónar. Espectacular montaje visual de efectos tridimensionales, que no defraudó a los congregados, con su rítmica y melodías épicas y asequibles, incluido algún glorioso clásico.
Por su parte, Anohi –el cuerpo y el alma de Antony and The Johnsons– estrenaba en Europa su nuevo proyecto Hopelessness en complicidad con Oneohtrix Point Never y Hudson Mohawke. Más energética que antaño, la propuesta arranca con un interminable vídeo mudo de sonoridad creciente y deriva en una densa y bella puesta en escena, crítica política y social, ritmos más agitados... y una emotividad fascinante.
Fue también el día de los cargos y las autoridades, que aparecieron escalonadamente como si hubiesen llegado a un acuerdo de no solaparse. El más madrugador y discreto fue el conseller Santi Vila, y un cuarto hora después de su marcha apareció un cortejo encabezado por la alcaldesa Ada Colau. Quizá rememorando la visita de hace un año recién elegida, se encontró a sus anchas en la zona profesional, donde dejó muestras de su saber estar, con innumerables selfies incluidos.
En territorios más inaprensibles, uno de los primeros en romper el fuego musical en términos horarios fue Pablo Díaz-Reixa, más conocido como El Guincho y que se plantó en un bastante holgado SónarVillage por lo de la hora y por lo de la lluvia recién caída. Si había que hacer caso a su reciente último álbum HiperAsia el concierto podía inquietar un poco. Pero su concierto iba a ser el El Guincho con grupo, lo que ya era algo tranquilizante, y al oír los primeros compases sonoros la posi-
ble intranquilidad se empezó a tornar en dicha. Porque sobre el escenario estaba Díaz-Reixa acompañado de tres músicos más, dos de ellos del grupo barcelonés Extraperlo, Aleix Clavera y Borja Rosal, que fueron elementos importantes para que el concierto tuviese un gancho y una acogida entre el creciente público más que notables. El Guincho demostró sentirse a gusto en ese formato de grupo y, además de su voz hiperfiltrada, el sonoridad del grupo no fue muy fiel a HiperAsia.
Sin embargo, quien marcó un poco la cima –en cualquier sentido de la palabra– fue El Niño de Elche, que regresaba al festival junto a Los Volubles. El año pasado deslumbraron quizás por la sorpresa y audacia de su planteamiento en forma de obra titulada Raverdial, y no fueron poco los que calificaron aquella sesión de sublime, y doce meses más tarde volvían con estreno de obra nueva. Las colas para asistir al acontecimiento eran de las que hacían época, y por la reacción final, el público debió disfrutar de lo lindo. Pero lo cierto es que el arranque de su nuevo montaje, bautizado En el
nombre de, es de los que tiran para atrás, con cinco interminables minutos de letanía quejumbrosa, en donde la voz de Francisco El Niño Contreras iba repitiendo como un mantra la máxima El miedo como zona protegida por el miedo, que acompañaban a una imágenes de la fabricación de alambre de espino, de refugiados, pero también una discursiva visual en favor de los transexuales. En fin, una gran invocación del amor por encima de sexo y fronteras a través de sus susurros, gritos y alguna estrofa seguida, con electrónica punzante.