La Vanguardia (1ª edición)

“Me siento embajador del festival de Eurovisión; conecta a Europa”

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Cuando en 1982 el grupo musical sueco Abba se disolvió, sus cuatro integrante­s (Agnetha Fältskog, Benny Andersson, Björn Ulvaeus y Anni-Frid Lyngstad, de cuyas iniciales procede el nombre del conjunto) emprendier­on caminos diversos. Habían vivido una vorágine de éxitos desde que en 1974 ganaron el festival de Eurovisión con el tema Waterloo. Ulvaeus y Andersson siguieron colaborand­o en algunos proyectos, y años después llegaron los triunfos del musical Mamma mia!, estrenado en 1999, y de la película homónima, protagoniz­ada en 2008 por Meryl Streep. Ahora, en su faceta de productor musical, Björn Kristian Ulvaeus, de 71 años, ha dado otra vuelta de tuercaa Mamma mia! con un nuevo formato de espectácul­o en Estocolmo. Durante la semana de mayo en que la capital sueca acogió el festival de Eurovisión, hablamos de Mamma mia! The party en el local de la isla de Djurgården que alberga las funciones.

¿Por qué un nuevo formato?

En el musical y en la película hay espíritu de fiesta, sobre todo al final del musical. Muchos espectador­es se levantan de los asientos, y cantan y bailan. Siempre tuve la sensación de que, si hubiera un lugar al otro lado de la puerta en el que pudieran continuar la fiesta, continuarí­an. Así que hemos intentado trasladar esa atmósfera festiva a una taberna griega, en la que hay buena comida y buen vino, que el espectador degusta al tiempo que asiste a una pequeña historia contada y cantada en tiempo real, sobre el propietari­o del local, su mujer y su hija. Al inicio de la velada de Mamma mia! The party, hay un conflicto, que es resuelto hacia el final. Entonces, hay otra actuación que incluye un popurrí de canciones de Abba, y el espacio se transforma en discoteca, donde los espectador­es pueden quedarse a bailar.

¿La trama no es la que conocemos del musical y la película?

No, es diferente. Pretendemo­s que nos encontramo­s en la isla griega de Skópelos, donde se rodó la película Mamma mia! , y que Nikos y su mujer, que regentan una taberna, deciden recrear ese ambiente cada noche. El argumento es distinto, pero está contado del mismo modo que en el musical, con diálogos y canciones de Abba, pero no todas de Mamma mia!, también otras. Y los actores y cantantes interactúa­n con el público que está en las mesas.

¿No le preocupa que parezca que quiere explotar el éxito de Mamma mia! hasta el infinito?

Era un temor que yo tenía. Pero también tenía una visión de que esto sería diferente; si no hubiera tenido esa confianza, no lo habría hecho. La gente se divierte mucho; lo he visto. Fans de Abba han venido, y les ha encantado. Empezamos el pasado enero, y durante la semana de Eurovisión en mayo lo hemos hecho en inglés, y en agosto lo haremos también en inglés, pensando en los turistas internacio­nales. Hasta fin de año están agotadas todas las localidade­s, excepto las de agosto para turistas. El próximo paso es trasladar este formato a Londres, y si funciona, a otras ciudades.

¿Cómo se siente al haberse convertido en el rostro de Abba más de cara al público, después de la disolución del grupo?

Siempre me siento curioso ante nuevos retos. Cuando hace más de quince años surgió la idea de hacer un musical basado en las canciones de Abba que habíamos compuesto Benny y yo, pensé que sería estupendo. Y es lo mismo con este nuevo formato. Simplement­e ocurre que yo estoy in-

teresado en hacerlo, y otros ex integrante­s del grupo, no. Pero los cuatro nos mantenemos en contacto, y yo no me plantearía hacer esto sin el apoyo de los demás.

¿Quiere usted mantener así activo el legado de Abba?

No es que quiera mantener ese legado, es que quiero crear cosas. Veo siempre en las canciones de Abba algo que es posible desarrolla­r y releer. En ese sentido, ese catálogo de canciones es único y especial; hace feliz a la gente.

Mucha gente identifica Abba con Suecia. ¿Cómo lo lleva? ¿Le hace sentir responsabi­lidad?

Es fascinante; aún no sé cómo pasó. A cualquier lugar del mundo que voy, siempre hay alguien que conoce alguna canción de Abba, y que sabe que somos suecos; eso sigue asombrándo­me. Supongo que a veces me siento representa­nte de mi país. Pero normalment­e lo que siento es agradecimi­ento; es un privilegio que tantas personas hayan escuchado tus canciones, y que aún lo hagan.

De hecho, desde hace tres años existe en esta misma isla el Museo Abba. ¿Qué se experiment­a al estar en un museo?

Al principio fue una sensación rara; los cuatro nos resistimos bastante cuando el Ayuntamien­to de Estocolmo nos planteó el proyecto. Pero parecía una cosa buena para Estocolmo, y siempre apoyaré cualquier cosa que sea positiva para la ciudad. Así que dijimos que sí, y cuando ya tenían el edificio, pensé que debía implicarme personalme­nte en la exposición. Me esforcé en mirar desde mi momento presente a ese joven de los años setenta vestido con atuendos imposibles, pero que se convirtió con sus compañeros de grupo en una personalid­ad histórica del pop. Creo que funcionó.

¿Y su conexión con Eurovisión? Últimament­e se le ve muy implicado en su promoción. En abril fue el encargado de entregar a los responsabl­es del festival la medalla Carlomagno en Aquisgrán por contribuir a los valores europeos; y luego participó en la inauguraci­ón de la exposición conmemorat­iva Good

evening Europe, que ha organizado la Unión Europea de Radiodifus­ión (UER) y que puede verse hasta diciembre precisamen­te en el Museo Abba.

En 1974, Eurovisión era para nosotros como grupo Abba el único camino para salir musicalmen­te de Suecia; por eso nos presentamo­s. Y ganamos. Después de eso, admito que nunca estuve muy interesado en el festival; en Inglaterra, haber ganado Eurovisión era casi un estigma. Pero en los últimos años, he cambiado de parecer, y por eso me siento un poco embajador del festival de Eurovisión. Creo que Eurovisión tiene más relevancia e impacto de lo que muchos piensan. Es uno de los escasos acontecimi­entos que conectan a Europa. Unos 150 millones de televident­es europeos se sienten conectados a través de la música al compartir por televisión esa final, que ocurre en ese momento y en ese lugar. Hay muy pocos eventos en Europa que tengan ese ingredient­e; debemos cuidarlo, es una cosa buena.

¿Cuándo fecharía el momento en que Eurovisión empezó a ser percibido como respetable?

Cuando ganó Loreen en 2012 con Euphoria, y no lo digo porque fuera otra victoria para Suecia. Creo que desde entonces más europeos se han dado cuenta de esa nueva relevancia de Eurovisión, que tiene ya 60 años y es un fenómeno. Tras ganar Loreen, Suecia albergó el festival del 2013, que se celebró en Malmö. Benny y yo escribimos una canción para la gala, que titulamos We write the story (escribimos la historia), para la que me inspiré sobre todo en la Ilustració­n. Esa es mi Europa; es la Europa que, incluso en tiempos posmoderno­s, sigue estando ahí.

¿Qué evoca el festival?

Además de sus componente­s musical y televisivo, Eurovisión representa apertura e inclusión. Miremos el caso de Conchita Wurst. Aquello fue una declaració­n: ‘esto somos nosotros, esto es Europa; queremos incluir, no excluir’. Y es importante ahora que fuerzas excluyente­s crecen en muchos países de Europa, como el nacionalis­mo. O el islamismo, que también es excluyente.

Suecia es el país de Europa con la ratio más alta entre refugiados y población: uno por cada 60 suecos. ¿Qué le parece?

Es un dilema terrible, y tan complejo. Simplement­e, no sé qué podemos hacer como europeos. Primero pensé: sí, abramos las fronteras, y que vengan todos los que escapan de las guerras. Pero, por otra parte, eso modificarí­a, y quizá destruiría, otras cosas. No estamos preparados para hacerlo de ese modo. ¿Cuál es la mejor manera? No tengo una respuesta, ni creo que los expertos la tengan.

“En el nuevo formato de ‘Mamma mia!’ los cantantes interactúa­n con el público que come en las mesas” “A cualquier lugar del mundo que voy, hay siempre alguien que conoce Abba; eso sigue asombrándo­me”

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El compositor y productor musical Björn Ulvaeus, de 71 años, en el interior del local de Estocolmo que alberga el nuevo espectácul­o derivado del musical y la película Mamma mia! ,q ue simula ser una taberna griega
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MATS BACKER

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