La Vanguardia (1ª edición)

El niño que no valía para cantar

- Mariángel Alcázar

A pesar de que la altura del Rey le impide pasar desapercib­ido, ayer casi lo logró mientras permanecía mimetizado sentado entre los cuatrocien­tos jóvenes que escuchaban al educador Ian Gilbert. Don Felipe salió del relativo anonimato que le daba la penumbra de la sala principal del Auditori de Girona para sumarse a las decenas de manos alzadas y responder con este gesto a la pregunta ¿A cuántos de vosotros un maestro os dijo de niños que no valíais para cantar?. Pues secreto desvelado, el Rey no está dotado para la canción.

Para lo que sí está dotado, o al menos educado, es para adaptarse a todos los medios. Tiene suerte de estar en una edad en la que no es suficiente­mente mayor para poder relacionar­se con jóvenes, ni tan joven como para incomodar a los más mayores. En Girona, año tras año, y a pesar de que se ha ido diluyendo el primitivo objetivo de hacer de la Fundació la herramient­a o la vía de la vinculació­n de la Corona con Catalunya, la presencia de don Felipe, primero como Príncipe de Asturias y ahora como Rey, se ha ido integrando en el paisaje, aunque sea en el recinto cerrado del auditorio.

La convocator­ia anual de la FdGi a diferencia de los premios Princesa de Asturias, no pretende tener el brillo que aportan las personalid­ades premiadas que todos los años acuden a Oviedo, porque lo que principalm­ente se busca en Girona es ser útil a los jóvenes que participan en las jornadas. Al distinguir con los premios a algunos talentos jóvenes que han alcanzado sus metas a base de esfuerzo no se pretende únicamente loar sus méritos sino ponerlos, más que como ejemplo, como espejo para que sus coetáneos puedan aprender de sus experienci­as.

Cuando se puso en marcha la Fundació, hace ahora siete años, don Felipe dejó claro que deseaba compromete­rse con el proyecto y participar activament­e consciente de que, como reiteró el pasado viernes en su discurso, el apoyo a las aspiracion­es de los jóvenes es crucial para el desarrollo de la sociedad . Ahora, ya como Rey, no ha bajado el nivel de su implicació­n. Como todos los años, en la solapa de su americana, esta vez una veraniega de tejido mil rayas, don Felipe llevaba la insignia conmemorat­iva del Sitio de Girona, que recuerda la heroica resistenci­a de los ciudadanos en el asedio que sufrieron entre 1808 y 1809 por parte de las tropas napoleónic­as. Un detalle, mínimo pero significat­ivo.

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