La Vanguardia (1ª edición)

La keniana Sumgong gana el maratón entre altercados

- SERGIO HEREDIA

Ayer, Jemima Jelagat Sumgong (31) evocó el maratón de Londres. El que se disputa en primavera.

Aquel día, un hombre saltó las vallas de protección y se le vino encima. La mujer se llevó un susto de muerte.

–Estaba muy asustada. Pensé que me encontraba en peligro –contaba.

De aquella experienci­a se acordó ayer. Ocurrió a la altura del kilómetro 40. Sumgong había soltado a Eunice Jepkirui Kirwa, bahreiní de adopción y tremendame­nte correosa, y avanzaba líder hacia el oro olímpico. El primero que consigue una corredora keniana. El maratón femenino es olímpico desde Los Ángeles’84.

Vislumbrab­a el título cuando un tipo sorteó los controles y apareció en el circuito. Apenas unos pasos más allá de Sumgong. Se lo llevaron los policías, rápidos y contundent­es. Y Sumgong ganó la prueba, en 2h24m04s. No está el mundo para bromas. Hay nervios en Río. Por doquier aparecen pancartas y protestas contra Michel Temer, presidente interino. Es el sucesor de Dilma Rouseff, fulminada tras un impeachmen­t. Tres mil manifestan­tes vocearon a los dirigentes olímpicos, que duermen en el Windsor. Son 300 euros la noche. Y anoche atracaron a Ryan Lochte, estrella de la natación estadounid­ense.

Con el susto de Sumgong, los brasileños también recordaron cosas.

A Vanderlei Lima le pasó lo mismo. Y salió mucho peor parado.

Esto ocurrió en el 2004, en los Juegos de Atenas. Lima volaba hacia la

Un espontáneo entró en el circuito e intentó cortar el paso de la ganadora

meta del estadio Panathinai­kós cuando le atacó Cornelius Neil Horan, un sacerdote irlandés que había perdido el norte. Lima perdió la carrera. Se vio desequilib­rado por el tipo, que le zarandeó y le mandó contra las vallas. Le agotó. Desconcert­ado y sin aire, Lima volvió a la carrera. Ya no podía más. Por detrás llegaron los otros, que le pasaron. Ganó Baldini. Lima fue bronce.

Aquel disgusto arruinó su título olímpico, pero le convirtió en una celebridad. Lima impartió conferenci­as. Viajó para contar su historia. Y consiguió permanecer en el imaginario popular. En Río encendió el pebetero, un secreto muy bien guardado.

En la víspera había quinielas. ¿Lo haría Pelé? ¿Sería Joaquim Cruz? ¿Guga Kuerten?

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