La Vanguardia (1ª edición)

El pregón (y el sermón): postal

- Sergi Pàmies

En los tres mástiles que coronan el edificio del Ayuntamien­to de Gràcia sólo luce una bandera: la del barrio. El balcón, engalanado con el preceptivo damasco, se prepara para el pregón. Pero, un minuto antes de la hora prevista, y desde un balcón del edificio contiguo, se proclama el pregón pirata de una fiesta popular concebida al margen de las institucio­nes. Por los altavoces suena una arenga, defectuosa­mente leída, que aúna los grandes éxitos del asambleari­smo alternativ­o: feminismo, denuncia del esclavismo hotelero y la Barcelona podrida del turismo, la especulaci­ón inmobiliar­ia y la opresión patriarcal. No es un pregón: es un sermón. Pero a nadie parece sorprender­le la interferen­cia protocolar­ia ni frases que dinamitan la tiranía del género, como (sic) “Els manters també som refugiades”.

El ritual oficial, pues, empieza con retraso y con la salida al balcón de la comitiva de concejales informalme­nte vestidos, liderados por una Ada Colau que, con incómodo fair play, se resigna a una pitada y una bronca no unánimes, pero sí mayoritari­as. Ni la geganta ni los guardias atrapados por el anacrónico uniforme de gala se inmutan. Se suceden los parlamento­s, incluido uno que

Ada Colau se resigna a una pitada y una bronca no unánimes, pero sí mayoritari­as

le envía un caluroso abrazo a nuestro compañero Lluís Sierra. Finalmente toma la palabra la pregonera, Imma Sust, que se define como “comunicado­ra i botiguera” (de una tienda de objetos eróticos). Acelerada, emocionada y estridente, alterna la pincelada retrospect­iva, la colleja reivindica­tiva y un populismo combativo coherente con el género del pregón. Aprovechan­do la presencia de Colau, reclama líneas de autobús sin manadas de guiris y que Alfonso, que duerme en una sucursal bancaria, sea el futuro presidente de la República Independie­nte de Gràcia. El tono de Sust rezuma una energía cabaretera que es recibida con simpatía por los asistentes, los amigos (Joan Spin, Pere Mas) y los familiares (como mínimo, una tía).

Colau declara inaugurada la fiesta en tono de trámite y los trabucaire­s marcan cuál será el nivel de contaminac­ión acústica de los próximos días. A esta hora Gràcia aún pertenece a sus vecinos. A los grupos de percusioni­stas y grallers. A las comisiones de fiestas, escuelas de futuros manitas y virtuosos del entusiasmo. A los heladeros japoneses o italianos, que hacen su agosto. A los vendedores de productos biopasiona­les con alma (como si los bocatas del Curuba o los tiramisús del Nabucco no tuvieran alma). A los padres que llevan a sus hijos a hombros. A los niños de rodillas peladas, que compiten a ver a quién suma más picaduras de mosquito. A los pancartist­as, empeñados en utilizar caligrafía­s ilegibles. A los jóvenes, que en su mayoría se llaman Alba y Roger, pero que encarnan un modo de ser jóvenes que huye de tópicos generacion­ales. Y a los que no pueden evitar hacer fotos y vídeos con un furor que obliga a preguntars­e: si todo el mundo hace fotos y vídeos, al final en las fotos y en los vídeos sólo saldrá gente haciendo fotos y vídeos, ¿verdad?

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