La Vanguardia (1ª edición)

Cuando un hobby se convierte en un problema

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Nueve millones de británicos visitan por lo menos una vez al año una casa de apuestas, ya sea una tienda de la calle Mayor o un portal en internet. Y aunque para la inmensa mayoría se trata de un hobby más o menos caro pero en el fondo inofensivo, para una minoría se trata de un grave problema. Hasta hace veinte años, los jugadores concentrab­an sus energías –y su dinero– en las carreras de caballos y las quinielas de fútbol. Pero desde 1996, el grueso de las apuestas va a parar a la lotería nacional, donde el precio de un cupón alcanza ya las dos libras (dos euros y medio). A la creciente pasión por el juego en el Reino Unido contribuye­n dos factores clave, la autorizaci­ón a los casinos, bingos y demás operadores para que se anuncien en la televisión, y el desarrollo de las tecnología­s que permiten apostar a través del teléfono móvil de una manera que resulta sencilla para los jóvenes. Por término medio, un hogar británico gasta cuatro euros a la semana en este tipo de actividade­s, un aumento anual del 12%, y más del presupuest­o medio familiar para el cine, el teatro y los museos, todo junto. Un 68% de los hombres y un 61% de las mujeres hizo una puesta en Gran Bretaña el año pasado. Tan sólo uno de cada cien apostadore­s tiene un problema, pero aun así la organizaci­ón GamCare, dedicada a ayudar a los adictos, recibe un centenar de llamadas diarias.

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