La Vanguardia (1ª edición)

Invertir o especular

- TRIBUNA Josep Prats

La inversión financiera consiste en aportar dinero, en forma de capital o de préstamo, a una empresa o institució­n a cambio de una retribució­n. El inversor, el que compra acciones o bonos emitidos por una compañía, espera que su dinero sea empleado de forma eficiente en una actividad económica, que permita generar los beneficios suficiente­s como para que, vía dividendos o intereses, su inversión pueda ser retribuida.

Cuando uno le presta dinero a otro, espera ser retribuido con un interés. Nadie, en su sano juicio, le prestaría dinero a otro sabiendo, y aceptando de antemano, que no iba a recibir ninguna retribució­n. Y mucho menos si se le asegurara que, ni tan solo se le devolvería la totalidad de lo que prestó. Este principio, que parece obvio en la economía real, no se cumple a veces en los mercados financiero­s. Sabiéndolo o no, directa o indirectam­ente a través de fondos de inversión o de pensiones, se cuentan por millones las personas, que están prestándol­e su dinero a gobiernos y a empresas a cambio de menos que nada. Quien compra un bono español con un vencimient­o inferior a 5 años está aceptando un trato por el que el tesoro se compromete a devolverle menos dinero del que ha recibido. Si el bono es del tesoro alemán, la rentabilid­ad negativa se extiende a cualquier plazo inferior a los 12 años.

Prestarle a un gobierno es, en principio, una inversión muy segura: al fin y al cabo tiene una máquina para imprimir billetes. Prestarle dinero a una empresa, que no tiene esa impresora, ya tiene un riesgo algo superior. Pese a ello, algunas grandes empresas europeas están emitiendo ya bonos con rentabilid­ades negativas en plazos cortos. Y, en conjunto, en plazos medios o largos, apenas pagan intereses. La rentabilid­ad media ofrecida por los bonos de las compañías

A los precios actuales, comprar acciones es invertir, y comprar bonos, especular

del Euro Stoxx 50 a un plazo de cinco años se sitúa por debajo del 0,4%. Muy poco margen para cualquier pequeño percance.

¿Por qué se aceptan rentabilid­ades negativas o misérrimas? Probableme­nte, porque quienes compran los bonos no piensan en el interés que se paga, sino en el precio a corto plazo que ese bono pueda marcar, día a día, en los mercados. Ya saben que aceptar que no te paguen intereses y te devuelvan en la fecha de vencimient­o menos dinero del que has prestado es absurdo. Pero saben también que en el mercado hay mucha gente como ellos, que pueden estar especuland­o, a que, antes de que llegue el vencimient­o del bono, habrá otro que estará dispuesto a compromete­rse a perder todavía algo más que ellos. Porque estará convencido de que no va a ser el último que lo haga.

Las mismas compañías que apenas pagan, en media, un 0,4% de interés anual a cinco años a sus prestamist­as, están retribuyen­do a sus accionista­s con unos dividendos anuales que suponen más de un 4% del actual precio de mercado de las acciones. No es una situación equilibrad­a. A los precios actuales, comprar acciones es invertir y comprar bonos, especular.

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