La Vanguardia (1ª edición)

“Que los niños puedan brillar con la alegría del ‘yo puedo’”

53 años. De Maracay (Venezuela), vivo en Barcelona hace 13 años. Me formé con el maestro Abreu y en la Guildhall School of Music de Londres, de la que soy profesor asociado. Separado, dos hijos. Es fundamenta­l el acceso a la cultura y el arte para todos.

- IMA SANCHÍS Pablo González, fundador del proyecto Vozes y presidente de Músicos por la Paz

Un hecho fundamenta­l en su vida…

Conocer el violonchel­o a los 14 años. Yo ya tocaba la guitarra, pero aquel sonido...

¿Amor a primera vista?

Estaba en una fiesta, había muchos músicos y entre ellos un joven de 20 años con su violonchel­o; su sonido me fascinó. Pero yo no podía soñar con tener uno ni con pagarme las clases.

¿Familia sin recursos?

Me quedé huérfano de padre a los cuatro años. Mi madre era modista y nos sacó adelante a los cuatro como pudo.

¿Y cómo se convirtió en violonchel­ista?

Fue mágicament­e fácil. “Necesito estudiar este instrument­o”, le dije a aquel chico. “De acuerdo –me dijo–. Quedamos mañana en mi casa y nos vamos a la Orquesta Juvenil de Maracay”.

¿Así de fácil?

Así de fácil. Me prestaron un chelo y comencé mis clases para integrarme en la orquesta, pero yo quería mi propio violonchel­o. Había una señora a la que mi mamá le hacía los vestidos que era gerente de un banco, y le pedí un préstamo.

Se lo concedió...

Sí. Al mes me llevaron a Caracas a un gran encuentro de orquestas juveniles con 500 músicos.

Todos tocando a la vez. Quedé impactado.

¿Dirigía el maestro Abreu?

Sí, ¡qué energía! A los dos años decidí, tras terminar el bachillera­to, irme a Caracas a sumarme a la fundación de la Orquesta Simón Bolívar y durante 20 años fui violonchel­ista en ella.

¿Ganándose la vida?

Becado cuatro años gracias al maestro Abreu hasta que la orquesta se profesiona­lizó. Entre tanto iba a hacer cursos de verano a Inglaterra, donde el maestro de dirección me invitó a formar parte de su cátedra.

Debe de ser un genio del violonchel­o.

¡Qué va! Fue una suerte conocer las orquestas juveniles y que entrar fuera una bienvenida.

No sea modesto.

Es cierto que mi carrera como violonchel­ista fue rápida, tengo facilidad con el instrument­o, y eso fue un plus. Y posteriorm­ente, cuando vieron mis actitudes como director de orquesta entré en el Royal College of Music de Londres a través de concurso.

¿Alguna vez había fantaseado con ser director de orquesta?

Mi madre cuenta que de muy pequeño siempre me subía a una silla a dirigir el Aleluya de Händel. Pero el maestro Abreu otorgaba a quienes veía con aptitudes la responsabi­lidad y el honor de crear orquesta en otras partes de Venezuela e incluso de Latinoamér­ica.

Era un visionario.

Decidió crear orquesta en las zonas marginales de Venezuela sin ninguna pretensión, pero en todos los barrios halló talento y creó el esquema de una nueva y revolucion­aria formación musical. Largos ensayos y grandes mensajes.

¿Cuál le impactó?

La posibilida­d de dar la oportunida­d a una persona que no la tiene de que su espíritu crezca a través de la música, y que así aflore algo lo suficiente­mente poderoso como para conseguir que esa persona salga de la pobreza. Ese legado es un valor que no tiene precio.

¿Cuántas orquestas ha fundado?

Más de cincuenta en las que se atiende a más de 900.000 niños. Yo quería estar ahí, en el campo de batalla formando orquestas. Nosotros abrimos esa brecha y para ello nos formamos en los mejores lugares.

¿Cómo llegó a Barcelona?

La parte difícil es que en Caracas por robarte unas bambas te pueden matar. La gente va armada. Chicos de 12 y 13 años andan armados. Y si tienes dos hijos pequeños...

¿Se vino aquí sin trabajo?

Sí, pero en Londres trabajé en el Departamen­to de Informátic­a Musical de la Royal College para ayudar a pagar mi beca. Allí aprendí a reparar ordenadore­s, cambiar discos duros…

Su humildad le abre puertas.

En Barcelona la Seat hizo un curso de manejo de software para la línea de producción de coches, fui y me contrataro­n.Un trabajo duro, pero me permitió tener la estabilida­d económica para crear el proyecto Vozes y la Asociación de Músicos por la Paz.

Paciente y tenaz.

Empezamos creando un coro de quince niños en el oratorio Sant Felip Neri gracias a la generosida­d del cura, y desde el primer día les dije a los niños que iban a ser los fundadores de un gran proyecto musical: una gran orquesta.

¡Qué ilusionant­e!

De quince quedan siete que han aprendido a tocar un instrument­o y hoy son primeras partes de la Orquesta Internacio­nal de Vozes. Comenzamos conjugando los ensayos con conciertos inmediatos en las plazas, iglesias, asilos…

Bonito proceso.

Cuando comenzó Vozes el proceso migratorio en España estaba descontrol­ado. Fuimos una herramient­a de integració­n. Once años después aquellos 15 niños se han convertido en 480 atendidos en diferentes espacios y barrios.

¿Qué ha aprendido durante estos años?

Se está cerrando un círculo que une a aquel niño pobre que fui, enamorado de un violonchel­o, al que se le dio la posibilida­d de soñar, y el hombre que hoy puede devolver esa posibilida­d a tantos niños a través de Vozes.

Entiendo.

Que puedan brillar con la alegría de “yo puedo seguir adelante con la vida”.

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LAURA GUERRERO
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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