Rousseff pide elecciones y una reforma política al Senado que la juzga
Dilma Rousseff difundió ayer su anunciada carta pública, formalmente dirigida a los senadores que deben juzgarla a partir del 25 de agosto, aunque en realidad el destinatario es “el pueblo”. La presidenta suspendida de Brasil reiteró su petición de elecciones anticipadas e insistió en la necesidad de una reforma política.
Acompañada de cinco de sus exministros, Rousseff leyó la misiva ante la prensa, un adelanto que según los medios locales provocó malestar entre los senadores. La mandataria no tiene nada que perder. Su suerte parece estar echada y se da por descontado que más de dos tercios de la Cámara Alta votarán a favor de su destitución.
En un ejercicio puramente retórico, la exguerrillera se mostró convencida de que será restituida en la presidencia ante las “pruebas irrefutables” de no haber cometido ningún delito. “Este proceso de impeachment es frágil, jurídicamente inconsistente”, dijo Rousseff. “No existe injusticia más devastadora que condenar a un inocente”, añadió. “Si es consumado el impeachment sin un delito de responsabilidad, tendríamos un golpe de Estado”, insistió, repitiendo los mismos argumentos que ha usado desde antes de que el 12 de mayo fuera apartada temporalmente del cargo por el Parlamento y sustituida por Michel Temer.
Rousseff apuesta por la convocatoria de un referéndum para que los brasileños convaliden las elecciones anticipadas –“libres y directas”– y también una reforma política, que fue una de sus promesas estrella durante la campaña que en el 2014 permitió su reelección en medio del escándalo de corrupción de Petrobras. Otro brindis al sol, ya que el plebiscito debe ser convocado por el mismo poder legislativo que está a punto de destituirla e inhabilitarla durante ocho años.
Para anticipar unos comicios presidenciales se requiere un plebiscito, puesto que el mandato de Rousseff finaliza el 1 de enero del 2019 y, tras su más que probable destitución, debe ser completado por Temer, que fue elegido junto a ella como vicepresidente.
Además, la ansiada reforma política es también un objetivo de improbable cumplimiento, puesto que precisamente persigue acabar con el poder sobredimensionado de los pequeños grupos políticos que hacen incontrolable el atomizado Parlamento, y que para ello deberían hacerse el harakiri. “Todos sabemos que hay un impasse generado por el agotamiento del sistema político, sea por el número excesivo de partidos, sea por las prácticas políticas cuestionables, que exige una profunda transformación de las reglas vigentes”, indicó la mandataria progresista.
Por otra parte, Rousseff defendió su gestión, aunque hizo autocrítica “con humildad y determinación para que podamos construir un nuevo camino juntos”. En este sentido, la líder brasileña enmarcó el plebiscito en un “pacto por la unidad nacional, el desarrollo y la justicia social que permitirá la pacificación del país”. “La transición para este nuevo momento democrático exige que sea abierto un amplio diálogo entre todas las fuerzas vivas de la nación”, sostuvo Rousseff en el palacio de la Alvorada, la residencia presidencial donde aún vive, hasta que se resuelva el impeachment.