La Vanguardia (1ª edición)

“Cada día nos llegan noticias de un ahogado”

Relato de un nigeriano que espera en Nador el cayuco que le lleve a España

- A.S. RUIZ Sevilla

Traoré lleva más de seis meses esperando un hueco en un cayuco que le lleve a España. Este nigeriano, licenciado en ingeniería, llegó a Rabat hace ya dos años. Nada más acceder a la capital de Marruecos la Gendarmerí­a le confiscó el pasaporte y le expulsó a la frontera con Argelia. Desde allí, un viaje de cinco horas a pie para regresar a Oujda, la última población importante marroquí. Y de allí otros dos días para llegar a Nador.

Cuenta Traoré que intentó saltar la valla de Melilla pero fracasó. “Ahora mismo es casi imposible hacerlo. Tanto por la altura del obstáculo como por las concertina­s que te producen unas heridas terribles. Ni siquiera te puedes acercar ya que los gendarmes marroquíes han limpiado los montes cercanos a la ciudad española, como ellos dicen”.

Así que la única esperanza de Traoré es intentarlo por la vía marítima, pero para ello tiene que pagar. “Los gendarmes se quedaron con todo mi dinero, así que ahora vivo de la mendicidad”, explica, al tiempo que asegura que puede sobrevivir porque “cuando encontramo­s a otras personas de nuestra propia etnia somos muy solidarios, nos ayudamos muchos”. Su menú diario se compone de “pies de pollo y cabezas de cordero que los marroquíes desechan y que encontramo­s en los contenedor­es de basura porque no son platos de su gusto”.

Los inmigrante­s que merodean por Nador responden a un perfil diferente a los que se pueden encontrar en otras ciudades marroquíes situadas más al oeste. “Aquí abundan las mujeres, muchas embarazada­s y los niños”, señala. “Los que aquí estamos hemos renunciado a intentar saltar la valla de Melilla, algo difícil para los que somos jóvenes pero imposible para las mujeres. Así que todos esperamos realizar la travesía por mar”.

“Sé que es muy arriesgado, todos lo sabemos, pero una vez que hemos llegado hasta aquí ya no hay marcha atrás posible. Todos los días nos llegan noticias de gente que se ha ahogado pero ¿qué otra alternativ­a tenemos”, manifiesta.

Mamadou salió de su pueblo con 13 años, a buscarse la vida. “Mi padre me dijo que no podía sostenerme, así que tuve que salir pero no sabía hacia dónde. En Senegal viví de la mendicidad junto a otros jóvenes de mi edad”. Hasta que alguien habló de la posibilida­d de llegar a Europa y todos decidieron que “mejor era morir en el camino que seguir con nuestra existencia miserable”.

Durante los años de camino Mamadou sobrevivió a la violencia gracias a que “era rápido y corría más que los demás en los momentos de peligro”. No se explica cómo pudo llegar finalmente a Marruecos, pero reconoce que cuando se encontraba con personas de su misma etnia le ayudaban mucho.

Vivió en el bosque Gurugú, como tantos otros, e intentó varias veces saltar la valla de Melilla. Lo logró en tres ocasiones pero la Guardia Civil siempre le detuvo y le devolvió a los gendarmes. Reconoce que en “Marruecos he sufrido el desprecio, el racismo y la xenofobia” .

En su último salto resultó herido y no volvió a intentarlo. Ahora espera una oportunida­d para embarcarse hacia España, pero la presión policial le va empujando cada vez más hacia el este, hacia la frontera con Argelia. No quiere dar a conocer su ubicación exacta porque espera un cayuco que en los próximos días le permita cumplir finalmente su sueño.

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MANUEL LORENZO / EFE Un cayuco llegó ayer a Alicante

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