Florilegium Antoniniano
Il Giardino Armonico Director y flauta: Giovani Antonini Lugar y fecha: Festival Torroella de Montgrí. Espai Ter (15/VIII/2016)
Culmen del festival. Un concierto con el título tan significativo de La morte della raggione nos lleva en estos tiempos de real desconcierto a intentar una reflexión. Y la reflexión, sin descartar la fe, es producto de la razón; de modo que esta constatación del anónimo creador de la Pavana con que comenzó este fantástico concierto de Antonini, en realidad nos lleva a cerrar un círculo. En él constatamos que tal como no existe lo religioso sin lo profano, tampoco existe un predominio de la razón ajena a la fe y los sentimientos, salvo en los extremos –que acaban haciendo daño y nunca prosperan. La historia reciente del siglo XX nos lo confirma. Discusión, pues, que se debe arrinconar en los anaqueles de la estética, y fascinante para entender mejor aquellos tiempos del Renacimiento, en que se dio la potente alianza entre razón y fe, que llevó a Occidente a la culminación de que hoy disfrutamos. Y en el centro de esta cuestión, el concepto de armonía que dominó la construcción de aquella sociedad ideal, que encontramos en los tiempos de Palladio, de Veronese, de los Gabrielli; de los diálogos entre la armonía del espacio y pitagórica de la música. Pero entremos en la propuesta de este florilegium antoniniano.
Antonini es buen conocido de Torroella, que le agasajó ahora como tal. Desde sus primeros tiempos encontró aquí un eco singular, en un trabajo que le llevó a diversas experiencias al margen de su barroco Giardino Armónico, su flor principal y primera. Después de transitar por podios orquestales, parece regresar a la magia de los orígenes, aquellos que fueron para que hoy estemos aquí. Y recurre a los tiempos anteriores a Monteverdi, o al menos a esas estéticas que se van aproximando al mundo de los sentidos que llevó a la ópera. Y saltándose las palabras de las canciones, las lleva a su terreno instrumental. Primer ejercicio de abstracción que sustenta no en lecturas literales sino en la práctica de la improvisación y la glosa propias de aquellos tiempos. Y en este terreno se encuentra muy cómodo como gran músico, rodeado de grandes músicos. Sorprendentes y fieles la ornamentación de Stefano Barneschi y Liana Mosca en violines, o de los magníficos cornetistas, instrumento cercano a la voz, o el lucimiento con el controvertido Gesualdo de arpa y clavecín, al margen de la excelencia del flautista Antonini, como en sus mejores tiempos, libre, generoso en sonido y expresión.
El programa fue difícil de seguir aunque de fácil deleite. Habría que haber proyectado los múltiples títulos y autores, pues en su desarrollo hubo modificaciones. Quizá esta su puesta“mor te del la raggione” aludía al predominio virtuoso de la improvisación y la glosa, pero si bien existe, esta nunca se desprende de su fundamento armónico tan presente en Gesualdo, en Gombert, Grossi da Viadana, Scheidt, Dunstable, Agricola, Tye, des Près, Castello, y otros que nos llevan al barroco. Un florilegium delicioso, para disfrutar y... razonar...