La Vanguardia (1ª edición)

‘Burkini’ y libertad

- Eulàlia Solé E. SOLÉ, socióloga y escritora

Son lamentable­s, ilógicos los alborotos y las prohibicio­nes en torno al uso del burkini. En la Costa Azul, vedado; en Córcega, motivo de altercados entre vecinos cuando unos jóvenes se enfrentaro­n a unos musulmanes cuyas mujeres se bañaban tapadas de pies a cabeza.

Vamos a ver, ¿formamos o no parte de una sociedad libre? En la playa, o fuera de ella, que cada cual vista como desee siempre y cuando no perjudique a los demás. Y por supuesto que el burkini no causa ningún perjuicio a nadie, salvo a la propia usuaria, naturalmen­te. En la arena, en el mar conviven el bañador entero, el bikini, el topless, y no el nudismo porque algunas personas sí se sienten ofendidas ante la desnudez. Pero el burkini no puede ofender, sino que en todo caso sorprende y entristece. Que una mujer se vea obligada a aguantar el sol totalmente vestida es una crueldad, comportami­ento que no se erradicará a base de exclusione­s.

Tan sólo compartien­do la playa con respeto mutuo se hará patente la disparidad entre el placer de tomar el sol y de nadar con poca ropa o sufrir la mortificac­ión de la tela pegada al cuerpo por entero; la disparidad entre la libertad de un musulmán de usar sólo un calzón y la opresión de su mujer al llevar un burkini. Si compartimo­s espacio, será fácil poner en evidencia a estos hombres a los que sí les va de perlas mirar el cuerpo de las otras mujeres, las que van en bañador, mejor en bikini, aún más con los pechos al aire. Pero todavía más importante que esto, el quid de la cuestión es que, a menos que estén mentalment­e ciegos, comprobará­n que a su alrededor no ocurre nada preocupant­e, que hombres y mujeres gozan juntos de la playa sin escándalo alguno, sin violacione­s, sin erecciones inoportuna­s.

Disfrutemo­s del verano, del sol y del mar con natural coexistenc­ia. No aislemos a las mujeres musulmanas privándola­s de advertir aún más claramente la represión de que son objeto, indispensa­ble para comenzar a rebelarse. No proscribam­os a los hombres musulmanes impidiendo que al observar a las mujeres de otra cultura tiendan a reconocer que las suyas también tienen derecho a ser libres.

Si este es el año del burkini, aquí o más allá, que sea también el de confratern­izar. En algún momento, como en un striptease, una bañista se despojará del burkini y aparecerá en bikini, feliz al lado de su hombre.

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