La Vanguardia (1ª edición)

El Capitán Trueno era él

VÍCTOR MORA (1931-2016) Guionista de cómics, escritor y traductor

- FÉLIX FLORES

De alguna manera, Víctor Mora, hijo de exiliado de la guerra civil, militante del PSUC en la clandestin­idad, encarcelad­o por el infausto comisario Creix, combatió al franquismo abierta y públicamen­te. Y lo hizo desde un tebeo. Quizás nunca le ha sido debidament­e reconocido, no al menos hasta hace diez años, cuando se cumplía el 50.º aniversari­o de El Capitán Trueno. El entonces ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, con Víctor Mora a su lado, dibujó rápidament­e una versión muy aceptable de su héroe y dijo que “luchaba contra los tiranos y la tiranía y en favor de los oprimidos”. El Capitán Trueno era de izquierdas.

En aquella ocasión, Ediciones B publicaba un volumen conmemorat­ivo, con las primeras aventuras del personaje, aparecidas en 1956, en el original blanco y negro y coloreadas. Hasta entonces, El Capitán Trueno había quedado arrumbado por los superhéroe­s psicopatol­ógicos de la casa Marvel, y desde luego por el cómic moderno, y vivía tan sólo en la nostalgia de un par de generacion­es que con él habían aprendido que la lucha por la justicia es, y debe ser, constante y universal. Mientras que El Guerrero del Antifaz –el más caracterís­tico héroe de papel del nacionalca­tolicismo– combatía a la morisma, el Capitán dejaba muy pronto de ser un cruzado para viajar por todo el mundo –a caballo, en barco, incluso en globo, y siempre de forma accidentad­a– y defender la causa de los débiles. Siempre se hizo la broma de que Trueno fue el primer español en ligarse a una sueca (la reina Sigrid de Thule, hija de un pirata vikingo), pero lo cierto es que además de principios humanistas enseñaba geografía, pasión por los viajes y culturas exóticas sin atisbo de racismo como el también aventurero

Tintín. Todo, de la mano de un guionista que hubiera deseado poder viajar.

Detrás de aquel “¡Santiago y cierra España!” que era su grito de guerra, y de aquella firma tan homologabl­e para la época –Víctor Alcázar– estaba un escritor hecho a sí mismo, llegado de Francia al morir su padre y que tras diversos trabajos entró en aquella industria única del tebeo que fue Editorial Bruguera como redactor y traductor. Su personaje –cuyo mejor ilustrador sería, desde el principio, Miquel Ambrosio Ambrós– hizo fortuna, y tuvo que repetir la fórmula con una versión a la romana, El Jabato, y otros como El Sheriff King o El Corsario de Hierro, que nunca llegarían a la altura del original, reeditado con mejor o peor fortuna en los años setenta.

Para entonces, Víctor Mora había vuelto a exiliarse en Francia. Trabajando para Pilote y para editoriale­s españolas, fue desgranand­o su obra literaria. Mora era fundamenta­lmente escritor. Els plàtans

de Barcelona, publicada en francés en 1966, no aparecería traducida hasta 1972; le seguirían París FlashBack, El tramvia blau, El cafè dels homes tristos, Perduts al párking... En total, más de treinta libros, publicados en una decena de idiomas.

Traductor de Saramago al catalán, pero también de Astérix y Lucky Luke, Mora nunca dejaría el cómic, haciendo un gran retorno en los ochenta con la serie Felina, ilustrada por Annie Goetzinger para Dargaud, y haciendo colaboraci­ones con varios dibujantes como

Tormenta sobre España.

Al tiempo que escribía o traducía, Víctor Mora publicaba trabajos tan singulares como La ciencia soviética hoy, editado en castellano en la URSS, y entrevista­ba a personalid­ades como Louis Aragon, Miguel Ángel Asturias, Claude LéviStraus­s, Pablo Neruda, Jacques Prévert o el poeta afroameric­ano Langston Hughes, excombatie­nte en la Brigada Lincoln.

El Gobierno francés le nombró Caballero de las Artes y las Letras en 1991, en 1997 recibió la Creu de Sant Jordi y en 1998 el gran premio del Saló del Còmic de Barcelona. Nos deja Víctor Mora una fundación que lleva su nombre, dedicada a apoyar a jóvenes autores, y sobre todo su impronta moral. “¡Salud!”

Su personaje enseñó la importanci­a de la lucha por la justicia y la pasión por los viajes a un par de generacion­es Con un pie en Francia, escribió treinta libros, y ha sido traducido a una decena de lenguas, pero nunca dejó el cómic

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PEDRO CATENA / ARCHIVO
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. Víctor Mora, en su casa de Premià de Dalt en el 2006, y una portada

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