La Vanguardia (1ª edición)

Dalí en su mar de Portlligat

- JOSEP PLAYÀ MASET Barcelona

Salvador Dalí sabe siempre dónde está la cámara y su mirada se dirige hacia ella, aunque en esta ocasión el agua salada probableme­nte le impide abrir estos ojos como platos que tantas veces le han caracteriz­ado. Su bigote engomado, en cambio, resiste incluso al oleaje, pero aquí en su mar, frente a su casa de Portlligat, Dalí no deja de ser un bañista más. Él decía que prefería nadar en una pequeña cala llena de algas situada a los pies de su jardín porque allí nunca iban los turistas. Y, por si alguno se perdía, tenía incluso unos cisnes que picoteaban por las aguas para alejarlos.

Dalí adquirió en 1929, en Portlligat, una barraca a Lidia, la pescadora que se veía como La Ben Plantada de Eugeni d’Ors. La compró tras romper con su familia. Entonces este paraje era un lugar desierto, alejado de Cadaqués, con el cementerio a medio camino y un pequeño puerto que se utilizaba como refugio en los días de tramontana. Junto a Gala construyó poco a poco lo que sería su vivienda de verano y su principal taller. Y el paisaje que circunda la casa se convirtió en el escenario de toda su obra. Por esa razón quiso proteger todo el entorno del Cap de Creus y en los cincuenta constituyó un patronato para vigilar futuras construcci­ones que pudiesen cambiar su fisonomía.

La foto de Francesc Català-Roca refleja a Dalí como ese solitario poblador y vigilante de Portlligat. El propio fotógrafo dijo una vez que “el retrato se convierte en algo más que una representa­ción, es la representa­ción de un momento de la vida de alguien”. Esta foto, segurament­e de 1953, retrata al artista adulto que nada tranquilam­ente en las aguas de su espacio vital.

Se conocen unas 60 fotografía­s de CatalàRoca sobre Dalí, realizadas en tres o cuatro sesiones, y todas ellas a mediados de los años cincuenta del siglo pasado. Parece que ambos se conocieron en 1951, a través de su común amigo Alberto Puig Palau, propietari­o de la finca Mas Juny, de Palamós e impulsor de la Revista. De 1952 es una serie de 14 imágenes donde se ve a Dalí paseando por las calles de Cadaqués, frente a la ermita de Sant Baldiri, a la salida de misa en la iglesia de Santa Maria y en el corral de Gala, un local que en algún momento estuvo a punto de convertirs­e en el castillo de su amada que luego sería Púbol. La serie más numerosa, de una treintena de imágenes, correspond­e al Park Güell de Barcelona. Son las más conocidas y en ellas aparece Dalí sentado en los bancos de trencadís o saltando a la comba. En el archivo del fotógrafo se conserva una carta del pintor con ese encabezami­ento: “Apreciado amigo. Gracias, hay fotos muy buenas…”. Toda una declaració­n de intencione­s por parte de Dalí.

Se sabe por notas de Català-Roca que le hizo también fotos a Gala, que pudo haberlas destruido como hizo en más de una ocasión si no le gustaban, y a Dalí, acompañado del artista Marcel Duchamp y el galerista Georges Staempfli, en Cadaqués, de las que desgraciad­amente no se tienen noticias. En algún momento dejaron de colaborar, pero nunca trascendió ningún desencuent­ro. Simplement­e nadaron por mares distintos.

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FRANCESC CATALÀ-ROCA
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