Extraños trajes de baño
Una docena de municipios aprueba edictos contra la prenda de baño musulmana
Una docena de municipios franceses se suman al edicto con el que el Ayuntamiento de Cannes prohibió el uso del burkini el pasado 28 de julio.
Siete décadas después de que los más conservadores pronosticaran el fin de Francia por culpa del bikini, una docena de municipios –la cifra sube como la temperatura– se suman al edicto con el que Cannes prohibió la prenda el 28 de julio. Al mismo tiempo, la trifulca que convocó a los gendarmes en una cala corsa, en el municipio de Sisco, el sábado pasado, supuestamente entre vecinos racistas y musulmanas en burkini, se licuó en tribunales.
Sólo uno de los cinco detenidos quedó en prisión, ayer. Y el juicio fue postergado al 15 de septiembre porque “las versiones son contradictorias –de acuerdo con el fiscal de Bastia–, aunque está claro, ya, que no hubo insultos racistas ni burkinis”.
Los jueces no toman vacaciones. Si uno rechazó el recurso del Colectivo contra la Islamofobia en Francia, que pedía la suspensión del edicto de Cannes, un colega deberá fallar hoy, en audiencia pública, sobre el interpuesto, en este caso contra la medida del alcalde de la vecina Villeneuve-Loubet, por el abogado Patrice Spinosi. En nombre de la muy respetable Liga de los Derechos Humanos y en urgencia. Porque, alega Spinosi, la medida contraría “libertades fundamentales como la de manifestar sus convicciones religiosas, vestirse como uno quiere o circular libremente”.
“En Niza, en la playa pública de Carras, justo debajo del paseo de los Ingleses aún enlutado –cuenta Le Monde de hoy– hay familias musulmanas, las mujeres en gandura (túnica sin mangas), al sol. El alcalde, Philippe Pradal, no prohibió el burkini. “Si corresponde –dice su adjunto–, que lo dicte París”. Pero hace dos días, en La Provence, Manuel Valls apoyaba a los prohibicionistas pero rechazaba legislar. El 11 de octubre del 2010 Francia
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votó una ley contra “la disimulación del rostro en un espacio público” (disparo por elevación contra el velo integral, burka o niqab), pero el burkini deja el rostro libre.
En realidad, desde el 28 de julio Cannes sólo controló a tres mujeres “demasiado cubiertas”. Paradoja de un municipio que desde el
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2003 prohíbe “circular fuera de la playa con el torso desnudo”. En el mismo Le Monde una musulmana practicante critica el burkini (“demasiado ajustado: moldea el cuerpo”), pero también a quienes pretenden “que las musulmanas seamos invisibles”.
“Legislar es lo mínimo que debe hacer Hollande”, estalló en cambio Nadine Morano, candidata a las primarias de la derecha, porque “el burkini es la declinación playera del burka”. Coincide con Marine Le Pen (Frente Nacional), para quien el burkini “debe desaparecer de las playas francesas”.
Los franceses, que han convertido la frivolidad en dólares gracias a su industria del lujo, tienden a legislar sobre las costumbres. Lo saben las parisinas, que hasta el 31 de enero del 2013 cometían infracción cada vez que salían a la calle en pantalones, contra lo prescrito por la ordenanza revolucionaria del 17 de noviembre de 1799.