La Vanguardia (1ª edición)

La capilla que inspiró a san Ignacio

- EUSEBIO VAL Roma. Correspons­al

En Roma, más aún que en otras ciudades, uno se tropieza a diario con la historia en lugares sin aparente glamur y devorados por la expansión urbana. Es la consecuenc­ia de tener 2.700 años. En la periferia noroeste de la capital italiana, en el kilómetro 16 de la vía Cassia, se encuentra una minúscula iglesia que casi pasa desapercib­ida pero que posee un enorme significad­o para los jesuitas. No es un monumento frecuentad­o por los turistas ni aparece en las guías. Fue aquí, sin embargo, donde San Ignacio de Loyola tuvo la revelación mística para crear la Compañía de Jesús.

La capilla de la Visión –situada en la plazoleta homónima–se inserta en un típico paisaje de extrarradi­o romano, en el barrio de La Storta. Próxima a una estación del tren de cercanías, la capilla tiene delante una parada de autobús. Al otro lado de la calle hay una oficina de correos. La capilla está rodeada de establecim­ientos muy diversos: una verdulería, una tienda de telefonía móvil, una pizzería, un local de kebab y la funeraria Le Croci (las cruces). En la plazoleta hay una fuente, un ciprés y una acacia, bajo cuya sombra suelen descansar durante el día los indigentes que por la noche se retiran a dormir en campos cercanos. Sobre una colina adyacente se levanta la catedral de La Storta, de la que depende la capilla, y, en un antiguo convento, una escuela de élite, St. George’s British Internatio­nal School.

En el barrio conviven romanos de toda la vida, italianos venidos del sur e inmigrante­s del este de Europa y de Sudamérica. La pizzería más popular, Le Piramidi 2, está regentada por una familia egipcia. La parada de autobús sirve, cada mañana, de lugar de reclutamie­nto informal para jornaleros que trabajan –en negro– en explotacio­nes agrícolas de la zona o en tareas de albañilerí­a.

En la capilla se detuvieron a rezar, en noviembre de 1537, San Ignacio y dos compañeros. Venían de Venecia. Allí tuvo la visión de Jesucristo y el impulso de crear una orden que se llamase Compañía de Jesús. Aún hoy es lugar de peregrinac­ión para los jesuitas de todo el mundo que visitan Roma.

La capilla de la Visión está abierta también a los peregrinos que realizan la Vía Francigena, una ruta muy antigua que empezaba en el norte de Europa (en su origen, la ciudad inglesa de Canterbury, aunque también se partía de otros lugares), llevaba a Roma y, en algunos casos, continuaba hasta Jerusalén, en barco, a través del puerto de Bríndisi. Ahora se quiere potenciar esta ruta, tomando como modelo el éxito del Camino de Santiago. Para quienes siguen la Vía Francigena, la capilla de la Visión es la penúltima etapa antes de la caminata hasta la basílica de San Pedro, el final del trayecto.

Cada mañana, a las 8 en punto, sea invierno o verano, se celebra misa en la capilla de la Visión. El sacerdote suele ser don Lulash Brrakaj, de origen albanés, vicario de la parroquia de La Storta, que no es jesuita. “La capilla suele estar concurrida porque es muy acogedora”, comenta. Al cura, de 42 años, se le iluminan los ojos cuando el autor de esta crónica le comenta que estuvo en Albania durante el primer viaje apostólico de Francisco a un país europeo, en septiembre del 2014, y que la acogida fue muy cálida. Don Lulash recuerda el martirio de los católicos durante la durísima dictadura comunista y destaca también la buena convivenci­a interrelig­iosa que hay ahora en su país. “Francisco conoce bien muestra historia”, añade.

La visión de San Ignacio no es el único hecho espiritual relevante relacionad­o con la capilla. El domingo 8 de octubre de 1978 se paró allí, para orar, el entonces cardenal arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla. Venía de hacer una caminata por el lago de Vico, cerca de Viterbo, y regresaba a Roma. No sabía la historia del pequeño templo. Al salir, otro cardenal amigo se la contó. Wojtyla volvió a entrar en la capilla para un rezo adicional. El futuro Juan Pablo II continuó viaje hasta el Vaticano, donde al día siguiente se iniciaban las reuniones previas al cónclave que lo elegiría papa.

Según don Lulash, Jorge Mario Bergoglio, como buen jesuita, también conoce la capilla, si bien aún no la ha visitado como Pontífice. “Lo esperamos”, concluye el cura albanés.

La actual capilla de la Visión es un edificio reconstrui­do. Durante la II Guerra Mundial, se usó como morgue improvisad­a para las víctimas de los bombardeos. El 10 de mayo la propia capilla fue alcanzada y quedó muy dañada. Casi un mes después, muy cerca de aquí, los ocupantes nazis, en caótica retirada, ejecutaron a 14 prisionero­s que se llevaban en un camión. No se sabe si fue para abortar su fuga o para librarse de un fardo incómodo. El trágico episodio ha pasado a la historia como la matanza de La Storta.

Wojtyla paró por casualidad para rezar, en octubre de 1978, antes del cónclave que lo elegiría Papa

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