La Vanguardia (1ª edición)

Más allá del infierno sirio

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LOS cinco años de guerra civil en Siria han dejado ya 275.000 muertos, una cuarta parte civiles, entre ellos 14.000 niños; más de cuatro millones de personas han huido al exterior en busca de asilo y más de la mitad de la población –21 millones– han tenido que abandonar sus hogares. Unas cifras que revelan un infierno al que la comunidad internacio­nal no ha sido capaz de poner coto.

Pero más allá de ese infierno, emerge ahora la impactante denuncia de Amnistía Internacio­nal, que, a través de un informe basado en 65 testigos directos, califica de crímenes de lesa humanidad las crueles prácticas en las cárceles del régimen que preside Bashar el Asad. Un testimonio atroz sobre asesinatos, torturas y violacione­s de presos que, según la proyección estadístic­a de la citada oenegé, podría alcanzar los 17.723 prisionero­s muertos desde que empezó la guerra. Más de 300 muertos al mes. La ignominia se centra especialme­nte en la cárcel de Saydnaya, cercana a Damasco, y otras prisiones de los servicios de seguridad e inteligenc­ia sirios, donde se utilizan sin coto las torturas más inhumanas, también el asesinato, de opositores al régimen, en su mayoría civiles, muchos de los cuales poco o nada tienen que ver con la guerra.

El trato degradante y humillante de los presos en las cárceles sirias va más allá del objetivo de quebrar su dignidad para obtener informació­n, lo que por sí solo ya constituir­ía un delito contra la humanidad. Se trata, sin duda, de unas prácticas de limpieza ideológica que contravien­en los más básicos derechos humanos y todas las convencion­es internacio­nales y que retrotraen de alguna manera a los campos de concentrac­ión y exterminio nazis en la Segunda Guerra Mundial. Entonces, las denuncias de los presos que pudieron escapar de aquellos antros de la muerte fueron en su mayoría desoídas por la comunidad internacio­nal. Que no ocurra ahora lo mismo.

Aunque no es la primera denuncia que Amnistía hace del horror en las cárceles de Bashar el Asad, en esta ocasión la fuerza y concreción de los testimonio­s de los supervivie­ntes es una contundent­e llamada de atención a la conciencia del mundo entero. Las Naciones Unidas deben poner en marcha una investigac­ión para conocer la verdad de lo que ocurre y llevar ante la justicia internacio­nal a los responsabl­es de estos crímenes, por encima del derecho de veto de Rusia en el Consejo de Seguridad. La guerra siria y la lucha contra el Estado Islámico no pueden servir de excusa para mirar hacia otro lado, como ocurrió hace más de setenta años.

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