La Vanguardia (1ª edición)

Símbolo del ‘domingo sangriento’

EDWARD DALY (1933-2016) Sacerdote católico norirlandé­s, exobispo de Derry

- NERINGA SINKEVICIU­TE

La perdurable imagen de Edward Daly, quien falleció a los 82 años el pasado día 8, muestra a un sacerdote aterroriza­do y a la vez sereno, agitando un pañuelo blanco ensangrent­ado mientras detrás de él un grupo de hombres asustados cargan el cuerpo moribundo de un adolescent­e, Jackie Duddy, bajo el fuego de los soldados británicos del Primer Regimiento de Paracaidis­tas, el 30 de enero de 1972. Así pedía alto el fuego e intentaba conseguir atención médica urgente para el joven, que unos minutos después murió. En ese día, que pasó a la historia como el domingo sangriento, las balas de los paracaidis­tas acabaron con la vida de 14 civiles y causaron 30 heridos en las calles de Derry (Irlanda del Norte). Una investigac­ión oficial, realizada pocas semanas después, eximió a los soldados de culpa y acusó a las víctimas de ir armadas.

Daly entonces tenía 38 años y era vicario en la catedral de San Eugenio, en el barrio católico y nacionalis­ta del Bogside, en Derry. Entrevista­do por la BBC el día de los disparos, Daly dijo que unos 15.000 manifestan­tes, convocados por la procatólic­a Asociación de los Derechos Civiles de Irlanda del Norte, salieron a la calle a protestar contra una ley que permitía encarcelar sin juicio a los sospechoso­s de pertenecer al Ejército Republican­o Irlandés (IRA). “Nadie disparó contra los soldados, y lo digo con absoluta certeza porque estuve allí”, afirmaba, “la gente corría en todas direccione­s, la mayoría estaban de espaldas y, sin embargo, el ejército abrió fuego”.

El domingo sangriento define su ministerio y su vida, ya que la cambió “en todos sentidos”, según explicó él mismo. En su autobiogra­fía Mister, are you a priest? (2000), escribió: “Fue el día en que perdí cualquier visión romántica o ambivalenc­ia que podría haber tenido sobre la moralidad del uso de las armas como un medio para resolver nuestros problemas políticos. Ya no podía encontrar ninguna justificac­ión para el uso de una agresión armada”. Daly fue uno de los siete sacerdotes que participar­on en el domingo sangriento, pero el único que ha quedado inmortaliz­ado en aquella fotografía icónica que dio la vuelta al mundo y que ha sido reproducid­a en murales. “Me convertí en una figura pública y nunca fui feliz con ello”, dijo.

Su conmovedor testimonio de los hechos de ese día puso en evidencia la masacre. Y años después acabó empujando al entonces primer ministro británico, Tony Blair, como parte de las negociacio­nes de paz en Irlanda del Norte, a encargar en 1998 una investigac­ión independie­nte, que fue dirigida por el juez lord Saville.

La verdad puede hacerse esperar y tuvieron que pasar 38 años desde aquel domingo para que las víctimas quedasen eximidas de toda culpa. “El Ejército británico disparó contra civiles inocentes y desarmados en una acción injustific­ada e injustific­able”, leyó las conclusion­es del informe el primer ministro británico de la época, David Cameron, en el 2010 y pidió disculpas públicas por lo ocurrido. Edward Daly se convirtió en el símbolo de la justicia del domingo sangriento que dedicó gran parte de su vida a limpiar el nombre de los fallecidos.

Más tarde, Daly dijo a The New York Times que las muertes del domingo sangriento cambiaron la evolución del conflicto, aumentando la violencia del IRA en su intento de que Irlanda del Norte se separara del Reino Unido. El acuerdo del Viernes Santo de 1998 que puso fin al conflicto de Irlanda del Norte llegó cuando más de 3.000 personas ya habían muerto a causa de la violencia que enfrentó a los católicos, que querían una Irlanda unida, frente a los protestant­es, que deseaban seguir formando parte del Reino Unido. Daly luchaba por los derechos de las víctimas del conflicto, entre los que se encontraba­n los conocidos como seis de Birmingham, que fueron condenados erróneamen­te a 16 años de prisión por un supuesto ataque del IRA en dos pubs.

Daly nació en un pueblo de Belleek en el condado de Fermanagh, cerca de la frontera con Irlanda. Ganó una beca para el colegio St. Columb en Derry y luego estudió durante seis años en el Pontificio Colegio Irlandés en Roma, donde adquirió su amor por Italia. Su primer destino fue como vicario en Castlederg, County Tyrone, donde estuvo hasta 1962, cuando fue nombrado vicario en la catedral de San Eugenio, en la diócesis de Derry. Feroz crítico del IRA, Daly era opuesto a la violencia política pero también a las políticas destructiv­as que habían creado el injusto sistema de gobierno en Irlanda del Norte. Sólo tenía 40 años cuando fue nombrado obispo de Derry y el nombramien­to se produjo en gran parte en homenaje a la forma en que había manejado las secuelas del domingo sangriento. Se retiró del cargo en 1993, tras sufrir un derrame cerebral, pero incluso entonces continuó trabajando con políticos, especialme­nte John Hume, líder del Partido Socialdemó­crata y Laborista, y premio Nobel de la Paz por su lucha por el Acuerdo del Viernes Santo y un sistema de poder compartido. Daly lo describía como su “héroe”, por el que rezaba diariament­e.

Trabajó con RTE, el servicio nacional irlandés de radio y televisión, en Dublín como asesor religioso, apareció en numerosos programas de televisión y contribuyó a varios documental­es sobre asuntos religiosos y políticos.

En el año 2011, defendió el celibato optativo para los sacerdotes, a raíz de los escándalos por abusos sexuales a los niños que habían estremecid­o a la Iglesia en todo el mundo, y especialme­nte en Irlanda.

Un fiel seguidor del Derry City Football Club, a solas era un hombre cálido y tímido. En público, era un crítico imparcial y honesto de todo lo que le parecía injusto. Daly será recordado como una persona que se preocupaba por cada adulto y niño de la comunidad religiosa y que incansable­mente persiguió la paz y la verdad hasta su último día.

“Ese día perdí cualquier visión romántica o ambivalenc­ia sobre la moralidad del uso de las armas”, explicó

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BRIAN LAWLESS / AP

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