La Vanguardia (1ª edición)

La mirada ganadora

Marín controla la situación; la batalla psicológic­a es suya

- JOAN JOSEP PALLÀS Enviado especial

Observar a Carolina Marín desde una visión frontal, con la misma perspectiv­a que tiene su adversaria, es revelador. Allí se descubre que la superiorid­ad no es sólo una cuestión de talento, que también, ni siquiera se trata de esa prodigiosa elasticida­d que la hace llegar a tiempo para impactar su raqueta con el volante en todos los rincones y alturas de la pista. Hay un factor que la hace dominar el partido y decantarlo a su favor: Marín controla la situación porque la batalla psicológic­a es suya. Adivina el momento de más debilidad de su oponente y la castiga sin concesione­s.

Marín celebra cada punto importante con un grito estridente que atraviesa el pabellón número 4 de las instalacio­nes de Riocentro. Con él alimenta y estimula la seguridad en sí misma, y acto seguido busca los ojos de su rival y la reta a seguirle el ritmo. Es una mirada que intimida, que transmite un hondo “aquí mando yo”, que infunde respeto y pretende atemorizar. Lo logra.

Carolina Marín es un milagro en sí misma. Hace dos años había en España 6.800 licencias federativa­s de bádminton. En China, país de Li Xuerui, campeona olímpica en Londres derrotada ayer, es uno de los deportes nacionales y sus practicant­es se cuentan por millones. Claudio Ranieri dijo el otro día de su Leicester que las posibilida­des de que vuelva a ganar la Premier son menores que las de “ver aterrizar a ET en Picadilly Circus”. De ese nivel es la rareza de esta andaluza, intrusa en un mundo y a la vez reina.

Cuando acabó el partido, fundamenta­do en un primer set demoledor y un segundo en el que un gran parcial la situó de un 11-14 desfavorab­le a un 15-14 desmoraliz­ador para Li Xuerui, Marín celebró con un abrazo contenido su victoria con su entrenador, Fernando Rivas. El lenguaje entre ambos es casi susurrante. Se trata de mantener la calma y de no caer en la euforia hasta lograr el oro. “¡Vuelve a tu plan!”, es la única instrucció­n en la que Rivas levantó la voz. El partido se torció provisiona­lmente y la intervenci­ón debía ser rápida. El técnico añadió a su breve reprimenda un par de consejos tácticos con un lenguaje muy específico. La maniobra provocó el efecto buscado y el encuentro se recondujo.

Los partidos de bádminton son relativame­nte cortos porque su intensidad y ritmo son frenéticos. En la jugada más larga del partido hubo un intercambi­o de 33 raquetazos en un espacio de 37 segundos. Carolina Marín, cómo no, también ganó ese punto.

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FERNANDO MAIA / EFE Carolina Marín
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