La mirada ganadora
Marín controla la situación; la batalla psicológica es suya
Observar a Carolina Marín desde una visión frontal, con la misma perspectiva que tiene su adversaria, es revelador. Allí se descubre que la superioridad no es sólo una cuestión de talento, que también, ni siquiera se trata de esa prodigiosa elasticidad que la hace llegar a tiempo para impactar su raqueta con el volante en todos los rincones y alturas de la pista. Hay un factor que la hace dominar el partido y decantarlo a su favor: Marín controla la situación porque la batalla psicológica es suya. Adivina el momento de más debilidad de su oponente y la castiga sin concesiones.
Marín celebra cada punto importante con un grito estridente que atraviesa el pabellón número 4 de las instalaciones de Riocentro. Con él alimenta y estimula la seguridad en sí misma, y acto seguido busca los ojos de su rival y la reta a seguirle el ritmo. Es una mirada que intimida, que transmite un hondo “aquí mando yo”, que infunde respeto y pretende atemorizar. Lo logra.
Carolina Marín es un milagro en sí misma. Hace dos años había en España 6.800 licencias federativas de bádminton. En China, país de Li Xuerui, campeona olímpica en Londres derrotada ayer, es uno de los deportes nacionales y sus practicantes se cuentan por millones. Claudio Ranieri dijo el otro día de su Leicester que las posibilidades de que vuelva a ganar la Premier son menores que las de “ver aterrizar a ET en Picadilly Circus”. De ese nivel es la rareza de esta andaluza, intrusa en un mundo y a la vez reina.
Cuando acabó el partido, fundamentado en un primer set demoledor y un segundo en el que un gran parcial la situó de un 11-14 desfavorable a un 15-14 desmoralizador para Li Xuerui, Marín celebró con un abrazo contenido su victoria con su entrenador, Fernando Rivas. El lenguaje entre ambos es casi susurrante. Se trata de mantener la calma y de no caer en la euforia hasta lograr el oro. “¡Vuelve a tu plan!”, es la única instrucción en la que Rivas levantó la voz. El partido se torció provisionalmente y la intervención debía ser rápida. El técnico añadió a su breve reprimenda un par de consejos tácticos con un lenguaje muy específico. La maniobra provocó el efecto buscado y el encuentro se recondujo.
Los partidos de bádminton son relativamente cortos porque su intensidad y ritmo son frenéticos. En la jugada más larga del partido hubo un intercambio de 33 raquetazos en un espacio de 37 segundos. Carolina Marín, cómo no, también ganó ese punto.