Beitia, a un salto de una carrera perfecta
En Santander llueve 200 días al año. Y cuando llueve, llueve. Una chupa de cuidado.
Ruth Beitia (37) llevaba años remojándose en La Albericia. Es un complejo deportivo con historia. Tiene cuarenta años. Puede que más. Tiene una piscina, un campo de hockey hierba, otro de fútbol. Cerca de allí se entrena el Racing.
Beitia, saltadora de altura constante, una que no falla, se empapaba en la pista de atletismo, la única pista de la ciudad. Entraba viento del mar. Bajo esas circunstancias se fue la mitad de su carrera deportiva.
Era duro. A veces, Beitia tenía que detener el entrenamiento y refugiarse en una caseta cercana. Allí repasaba las cosas, qué podía hacer para el futuro. Lo hacían ella y su entrenador, Ramón Torralbo, que da clases en la Universidad de Cantabria. Un día, Beitia se hartó. Quería un módulo cubierto. Pinchó y pinchó. ¡Qué insistente es cuando quiere algo! Hasta que el Consejo Superior de Deportes (CSD) y el Ayuntamiento de Santander la escucharon.
Se lo construyeron en el 2006. Y así es como Beitia consiguió prolongar su carrera. Hagamos balance. Desde entonces, Beitia ha recogido doce grandes podios internacionales. Y una victoria de la Diamond League.
–Qué ilusión –dice cuando le preguntan sobre ello–. Cuando veo el pabellón desde fuera, casi se me caen las lágrimas de felicidad. ¡Qué bien se está ahí dentro! Es alta y desgarbada. Pero le falta algo. Justo lo que ha ido a buscar al estadio del Botafogo. Un podio olímpico.
El primer paso lo dio ayer. En la calificación saltó como siempre. Un clásico. Pasó todos los listones hasta la mejora. Cinco saltos hasta 1,94 m. No falló en ninguno. Y así se plantó ante su último gran reto.
La final es mañana, a la una y media de la noche en España.
Allí le esperan Vlasic, Chaunte Lowe y la polaca Lycwinko. No están las rusas, vetadas en Río por dopaje de Estado.
–Últimamente me lo estoy pasando fenomenal –dice.