La Vanguardia (1ª edición)

Iglesias hace el muerto en la piscina

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Podemos ha sido el más novedoso fenómeno político español de los últimos años. Una plataforma que no existía hace dos años ha colocado 71 diputados en el Congreso, magnetizan­do el voto de los menores de 35 años y de muchos mayores damnificad­os por la crisis. El partido de la protesta. El partido de los más damnificad­os. El partido de los jóvenes desilusion­ados. El nuevo partido populista. El partido de la España plurinacio­nal. Un partido más fuerte en las periferias que en el centro. El partido democrátic­o plebeyo, dice Manuel Monereo, un hombre que influye mucho en Pablo Iglesias. Un partido que aún no es un partido y quizá no acabe de serlo. Un meteoro que en junio completó su primera órbita al sistema electoral sin sobrepasar al PSOE, cuando todas las encuestas decían lo contrario.

¿Ha tocado techo Podemos? Su resultado del 26 de junio aún no ha sido del todo descifrado. En diciembre subieron, cuando las encuestas les colocaban cuartos y auguraban un eclipse. En junio –aliados con Izquierda Unida– bajaron, cuando todas las encuestas les situaban segundos y subiendo. Cuando parecían débiles, sacaron fuerzas. Cuando parecían fuertes, flojearon. Cuando parecían tenerlo todo a favor para dar un salto temible, se quedaron clavados en los cinco millo- nes de votos, como si una parte de sus potenciale­s votantes tuviese miedo de darles demasiada fuerza. Ni poca, ni mucha. Un partido para protestar, para presionar, para incordiar, pero que no se nos vaya de las manos. El Brexit segurament­e tuvo algo que ver en ello. España padece muy serios problemas, pero no se halla en situación prerrevolu­cionaria.

Pablo Iglesias se ha pasado el mes de agosto haciendo el muerto en la piscina –leyendo a Albert Sánchez Piñol (Victus) y Gregorio Morán (Adolfo Suárez, ambición y destino)– y hay quien ha llegado a darle por muerto. Iglesias ya no es el ídolo pop al que sus fans aplauden cuando destroza la guitarra en el escenario. Podemos ha perdido velocidad y ahora es la torre que presiona y condiciona el juego del PSOE. No es poco, pero ya no es el asalto.

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