Desesperanza
Desde los tiempos del GAL, es costumbre en España que las denuncias de corrupción o las filtraciones comprometedoras respondan a un guión político selectivo. Cada partido (con su entorno mediático) se escandaliza de lo que perjudica a sus adversarios, mientras que ignora o relativiza lo que debería avergonzarle. El mecanismo es de vodevil, pero se practica con severidad rimbombante.
Complemento de la denigración selectiva es el chantaje. Existen medios (no tan sólo digitales) dedicados a la industria de la dispersión de rumores y de la información sesgada (medias verdades, supuestos indemostrables, acusaciones por los pelos). Reciben compensaciones (publicidad) por los servicios prestados en forma de ataque a los rivales, pero también por lo que han callado en beneficio de los pagadores. El ejemplo más grosero de este proceder es la revista del falso sindicato Ausbanc, vinculado a Manos Limpias y dedicado presuntamente al chantaje.
Estos comportamientos están muy extendidos. El sumario de la Púnica ha permitido descubrir que un personaje omnipresente en las tertulias de las grandes cadenas, y siempre en posesión
Los más corruptos han conseguido convertir la culpa en fundamento del cinismo
de documentación peligrosa para otras personas, Eduardo Inda, se reunía habitualmente en un hotel con Granados (capo de la trama y exvicepresidente de Madrid con Aguirre). Ello no demuestra nada, pero explica por qué Inda disponía de material negativo contra Ignacio González, expresidente de la Comunidad de Madrid, desaparecido del mapa como por arte de magia. Conocidos son, asimismo, los dossiers policiales que intentaban destruir la reputación de políticos independentistas. El escándalo del ministro Fernández permite deducir de dónde procede el material.
La selección interesada de las filtraciones no es un fenómeno español, sino mundial (estos días progresa viento en popa en Turquía, por ejemplo). El mecanismo de limpieza que significó el Watergate se ha degradado. El bombardeo de filtraciones y dossiers forma parte de una guerra inacabable. Todos reciben su parte: partidos, gobierno, oposición, facciones, empresas, rivales. Todos procuran defenderse con prácticas semejantes. Grandes sablazos y pequeños errores se mezclan en un tótum revolútum. Filtraciones y dossiers contribuyen a dar la impresión de que todos los políticos son corruptos y desalmados. Describen nuestra vida pública como un pozo negro.
Albert Camus, modelo de escritor con sentido moral, escribió que la democracia se realizará verdaderamente sólo cuando los ciudadanos tengan conciencia de su cuota de culpabilidad. Camus creía que la conciencia de la culpa social fomentaría la responsabilidad cívica del individuo. Pero los más corruptos han encontrado la manera de convertir la culpa en fundamento del cinismo. Generalizando la miseria moral, rebozando todo de mierda, condenan nuestras democracias a la fatalidad. Nos están diciendo: “¡Imbéciles, abandonad toda esperanza de un futuro honesto!”.