Messi guía al Barça en una contundente goleada al Celtic (7-0)
El Barça sublima su estilo y arrolla al Celtic con una exhibición de fútbol y goles
El 6-1 que había recibido el Celtic en el Camp Nou en 2013, la mayor goleada de su historia europea, quedó en mera anécdota ante el atropello de ayer. Una avalancha de orgullo, una sublimación del fútbol blaugrana, de la presión, de la velocidad, de la circulación, que concluyó con un escandaloso 7-0, el marcador más amplio del Barça en la Copa de Europa. Tres dianas y una asistencia de un Messi descomunal, un gol y cuatro pases decisivos de Neymar, eléctrico; dos tantos de depredador rabioso de Suárez y una volea de nivel supremo de Iniesta vistieron un festival histórico.
El Barcelona emprendió el camino a la final de Cardiff con un once idéntico al que se adjudicó la de Berlín, con la excepción de Umtiti en la posición de Mascherano y de André Gomés en la de Iniesta. Brendan Rodgers quiso replicar la táctica utilizada el sábado por el Alavés para someter el Camp Nou, pero cuando la constelación blaugrana está inspirada, motivada y ansiosa por subsanar un mal resultado da igual que se interponga una defensa de cinco hombres, como fue el caso, o de diez. La pelota circulaba desde el primer instante a la velocidad de la luz sorteando el entramado rival. Las posesiones eran eternas; las recuperaciones, inmediatas. La primera impresión fue la de aquellos partidos cuyo destino parece escrito, que no admiten accidentes, ni siquiera incertidumbre.
La intensidad del Barça evidenció que el campeón escocés es un conjunto netamente inferior, y en la primera aproximación Messi impidió que el Celtic pudiera cargar las baterías anímicas con el paso del tiempo. No habían transcurrido ni tres minutos cuando en una jugada originada en un córner se combinaron Neymar y Alba en el costado izquierdo y el brasileño condujo para filtrar un pase al desmarque de Leo, que avanzó y no vio mejor alternativa que disparar a toda potencia ante De Vries.
Todo pasaba por Messi. Eléctrico, delicioso, extraordinariamente participativo. Dibujaba las jugadas con antelación, adivinando el futuro, distribuía para todos y todos le buscaban. El Camp Nou entró en éxtasis cuando el argentino buscó la línea de tiro con una espectacular sotana sobre Bitton, pero el remate se escapó por centímetros.
Ni el escocés más cargado de whisky hubiera imaginado que en aquel delirio blaugrana podía surgir una oportunidad para el Celtic. Dembélé, en punta, era un náufrago en una isla desierta, pero en el primer despliegue del Celtic le llegó un envío de Sinclair por el eje y fue derribado por Ter Stegen. Era el minuto 23, el Celtic había salido del barro de manera inexplicable y tenía la oportunidad de poner el contador a cero. Dembélé hizo una breve parada para observar la reacción de Ter Stegen, pero el portero aguantó y terminó adivinando la idea del lanzador, a su derecha. Es el tercer penalti que desbarata el alemán de los cuatro que le han lanzado en la Liga de Campeones.
La reacción del Barça para abortar cualquier otra sorpresa resultó fulminante y quedó enmarcada con un gol de museo. El gol de la magia, de la habilidad, de la amistad, de la
Messi, incomparable y participativo, firmó tres goles; el segundo, una obra de arte con Neymar El equipo blaugrana consigue la mayor goleada de su historia en la Liga de Campeones Ter Stegen detuvo un penalti y evitó un empate que podía haber dado moral al conjunto escocés
historia, de la orfebrería. Una múltiple combinación entre Messi y Neymar por una zona defendida por ocho hombres con la que el argentino penetró hasta la cocina. El Barcelona se miraba al espejo de los años más productivos y se gustaba. En el descanso el Camp Nou había olvidado completamente la decepción del sábado, y en el segundo acto Iniesta entró por Rakitic, que había sido amonestado, y se desató un torbellino de fútbol y goles. El Celtic sacó la bandera blanca cuando Neymar marcó el tercero en una falta cometida sobre Messi. ¡Y todavía quedaban 40 minutos! De gozo para la parroquia blaugrana y de sufrimiento atroz para el conjunto de Rodgers. La tortura fue tan cruel como constante. Los goles, preciosos y de variada factura, como la volea inapelable de Iniesta desde la frontal o el contragolpe originado en un robo de Suárez y culminado por Messi. Y la presión persistía. Luis Enrique dio descanso a Busquets, el único especialista en su posición, que fue ocupada por André Gomes. ¿Y Luis Suárez? Más trabajo que presencia, pero acabó fabricándose un gol bestial: control de pecho de espaldas a la portería y volea rabiosa a la media vuelta. El uruguayo, voraz, cerró la fiesta con el séptimo, la mayor goleada blaugrana en la máxima competición continental.