Novelar la crisis
‘Asamblea ordinaria’, de Julio Fajardo, ofrece un meridiano retrato contemporáneo del desengaño
Julio Fajardo construye en su segunda obra, Asamblea ordinaria, un retrato de las consecuencias que ha tenido la crisis económica en la vida de las personas, cómo ha modificado conductas y ha afectado a las relaciones personales.
Nacido en Tenerife en 1979, Julio Fajardo Herrero vive y trabaja en Barcelona como editor y traductor desde hace diez años. Acaba de presentar su segunda novela, Asamblea ordinaria (Libros del Asteroide), obra que desmenuza sin perdón retazos de tres vidas desmembradas por la crisis. Treintañeros que se han quedado sin trabajo y empleadores que trazan estrategias contra el empleado.
Su editor ha dicho del manuscrito: “Es el mejor que me ha llegado en diez años”, y no en vano escribió Marcos Ordóñez, refiriéndose a él: “En pocos libros he escuchado latir así el aire turbio de nuestro tiempo”. Para algunos esta es la novela que de manera más sencilla, más elemental y más directa explica la crisis por la que hemos transitado.
Sin ser muy consciente de haber escrito, a voluntad, una novela social, Julio Fajardo reconoce que sus relatos fluyen de manera espontánea. “Si finalmente funciona como una novela realista o social, no es porque lo haya buscado especialmente”. Y sin embargo trenza las circunstancias de jóvenes en el paro, jubiladas sin posibles, parejas que ven alterada su cotidianidad por culpa de la política...
“Me interesaba reflejar ese conflicto que surge en el mundo de los sentimientos cuando una parte de la pareja se ve muy comprometida con una causa política que le absorbe –insiste, parece que con conocimiento de causa–mientras el otro cónyuge recibe esa presión como un lastre. No se implica en el mismo nivel. Eso siempre ocasiona problemas en su entorno”.
Primero pensó la novela de modo distinto, pero los personajes se fueron convirtiendo en otros. “Vidas de gente corriente, normal, donde podemos reconocer a ese ciudadano que está a nuestro lado. La novela no tiene nada que ver con mi idea inicial. Ahora cada capítulo manda recados a las otras tramas. En la novela me quedó, creo, la imagen de un momento histórico, tras la crisis. Ese donde uno, al final, se pregunta: ¿a qué clase social pertenezco?”.
El autor ha adoptado la voz de hombres y mujeres. “No me costó mucho escribir en primera persona el personaje de una mujer porque, a pesar de su sexo, su vida era mucho más cercana a la mía que la de otros personajes de mi propio sexo que salen en la novela”.
El título, Asamblea ordinaria, responde a la necesidad del autor de evocar un espacio “donde acude la gente para hablar, una especie de ágora. Me pareció hermoso reservar ese rincón para abordar la precariedad y sus efectos terribles sobre el ser humano”. Siempre le llamó la atención, dice, lo que no se puede explicar, lo ambiguo, esos conceptos “que no se pueden resumir con vocablos que simplifican como ‘gente’ o ‘casta’”.
Fajardo, que se reconoce “militante de izquierdas” –así, sin especificar–, confiesa haber formado parte temporalmente de alguna organización política. “Pero me di cuenta de que mis causas estaban muy lejos de las asambleas. No tengo sistema nervioso ni temperamento adecuados para formar parte de esos colectivos. Tenía la piel demasiado
“Me quedó la imagen de este momento histórico en que uno, al final, se pregunta: ¿a qué clase social pertenezco?”
fina, de papel de fumar, vaya...”.
Especialmente interesante es el dibujo que traza sobre el mundo laboral. ¿Alguna vez tuvo usted un jefe tan cretino como el de su libro? “¡Y algunos peores! De hecho me han fascinado algunos jefes que he tenido y he aborrecido a otros. El del libro, al menos, resulta un tipo seductor”. Y cita el filme que borda el universo de los conflictos laborales y que le atrapó: Smoking room.