El euskera, en campaña
Un anuncio electoral del PSOE polemiza sobre el uso del euskera en el País Vasco.
Pedro Sánchez presume en cada mitin en Euskadi del hecho de que la candidata socialista a lehendakari, Idoia Mendia, sea euskaldún. Sorprendería, por ejemplo, que en Catalunya vendiera como un mérito que Miquel Iceta habla fluidamente el catalán. En el cuartel general de Podemos, una de las preocupaciones era encontrar a una cabeza de lista a las elecciones autonómicas (tenían claro que tenía que ser una mujer) que dominara la lengua vasca. Pili Zabala –guipuzcoana– cumple con el requisito. De hecho, uno de los quebraderos de cabeza de la nueva izquierda en esta campaña es demostrar que no son una fuerza foránea y, por eso, en los grandes actos la organización reparte un mar de ikurriñas y esconde las banderas republicanas, provocando incluso algún momento de tensión con las bases de Ezker Anitza-IU. Los estatutos del PNV determinan que sus aspirantes a presidir el gobierno y el parlamento vasco tienen que ser vascohablantes. Juan José Ibarretxe tuvo que esforzarse para aprender el idioma y no concedió una entrevista radiofónica extensa en euskera hasta marzo del 2005, seis años después de llegar al cargo. Lengua y política en el País Vasco tienen una relación compleja, que ahora ha vuelto a emerger. La sociedad, en cambio, lo vive con más normalidad.
El Partido Socialista de Euskadi (PSE) presenta como una propuesta estrella para el 25-S la necesidad de repensar los perfiles lingüísticos que se exigen para optar a una plaza en la administración. No es lo mismo, afirma, aquel funcionario que se relaciona con el ciudadano que el que hace en solitario su trabajo, lejos del mostrador. En un vídeo electoral que ha levantado polémica, se puede ver cómo impiden la entrada a un hombre en un bar, en un autobús e incluso en una iglesia por no saber euskera. Mendia aparece al fiadaptándolo nal de la ficción para admitir que estas escenas no son reales... menos cuando se trata de un puesto de trabajo público. “Una situación injusta que nos comprometemos a eliminar”, concluye la candidata, obviando que en los últimos años su partido ha sido el socio preferente de Iñigo Urkullu en el Parlamento de Vitoria. En el programa electoral, los socialistas apuestan por corregir las “disfunciones” del modelo, a la realidad bilingüe de la comunidad autónoma.
¿Cuál es, sin embargo, la fotografía lingüística de Euskadi? La distancia con Catalunya –que ha conseguido hacer del catalán una herramienta clave de cohesión social– es notable. Según la Encuesta Sociolingüística del Gobierno vasco del 2011 y publicada en el 2013, el 32% de los mayores de 16 años dominan las dos lenguas cooficiales: 600.000 vascos, 181.000 más que en 1991. Un 17,4% se declaran bilingües pasivos. La diagnosis en Navarra y en los territorios del sur de Francia es distinta. El trabajo de la escuela ha sido decisivo ya que el 60% de los jóvenes de entre 16 y 24 años saben euskera. La “imposición” de esta lengua inquieta sólo a un 0,7 de la sociedad, según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). El mismo porcentaje, por cierto, que el terrorismo de ETA, a mucha distancia del paro y los problemas económicos que centran el grueso de los mensajes durante estos quince días.
Si el CIS no da argumentos para entender el debate lingüístico que se ha abierto, tampoco lo hace la radiografía sociolingüística editada hace tres años. Según estos datos, tan sólo el 24% de los que sólo hablan castellano aseguran haberse sentido discriminados en algún momento por no conocer la otra lengua vehicular. En cambio, un 38% de los que se declaran bilingües afirman haber vivido episodios en que no se han podido expresar en euskera. Este es, precisamente, el meollo de la cuestión porque la promesa socialista –compartida con matices por el Partido Popular y Ciudadanos– enfrenta delante del espejo dos derechos: la igualdad de oportunidades para acceder a una plaza pública y la libertad para ser atendido en la administración en la lengua propia. El reto para los que defienden la necesidad de replantear el estado actual de las cosas es hacer compatible las dos caras de la moneda. Hay que tener presente, sin embargo, que casi la mitad de la población dice estar satisfecha con la tarea del Ejecutivo autonómico en este ámbito.
Hay un dato significativo para contextualizar la propuesta de los tres partidos contrarios a las tesis nacionalistas (Podemos busca consolidar un tercer espacio entre unos y otros). De los tres territorios históricos de Euskadi, Álava sigue siendo donde menos personas utilizan el euskera tanto o más que el castellano. 9 de cada 10 alaveses tiene el español como primera lengua. Y es allí donde, previsiblemente, la competencia electoral entre los socialistas, los populares y C’s estará más reñida. El candidato del PP, Alfonso Alonso –un hombre muy conocido en Vitoria porque fue su alcalde–, argumenta que priorizar “el conocimiento de una lengua por encima del conocimiento de una especialización es injusto” porque va en contra de la calidad del servicio público que se ofrece. Curiosamente el exministro de Sanidad, que no es euskaldún, fue el único de los aspirantes a lehendakari que no pudo participar anoche en el primer debate televisado, en EITB 1, porque no sabe euskera. En su lugar, la portavoz del PP, Laura Garrido, defendió las tesis de los conservadores.
El partido de Albert Rivera –sin sitio en estos espacios porque es extraparlamentario en el País Vasco– se ha añadido a la polémica lingüística. Su cabeza de lista, Nicolás de Miguel, ha avisado de que el conocimiento del idioma no puede ser un “apartheid” en las oposiciones para renovar la plantilla de Osakidetza, el servicio vasco de salud. Meses atrás, los votos del PNV y de EH Bildu tumbaron una propuesta del resto de formaciones parlamentarias –PSE, PP y UPyD– para reducir el peso del idioma en las pruebas de acceso. Ciudadanos aspira a hacerse con los 21.539 votos que en el 2012 apoyaron a la formación magenta y que ahora han quedado huérfanos porque su líder, Gorka Maneiro, ha decidido no presentarse. Hay, pues, un escaño vacante en Álava muy disputado. En el otro extremo, la izquierda abertzale tiene como uno de sus principios la plena euskaldunización de la sociedad vasca. En los estatutos de Sortu, piedra angular de la coalición EH Bildu, se explicita la intención de avanzar hacia “el desarrollo pleno de nuestra lengua, la lengua nacional”, eso sí, conscientes de que la ciudadanía es “pluricultural y multilingüe”. El cabeza de lista del PNV por Gipuzkoa, Joseba Egibar, acusó ayer a los socialistas de “provocación gratuita” y les avisó de que no permitirán que se rompa el consenso forjado en los años ochenta.
Una vez pase la tormenta del 25-S, en la playa de la política quedará lo que dicen los datos: que la mayoría de la sociedad vasca está convencida de que el uso de su lengua propia mejorará o, como mínimo, no retrocederá. El reto, admiten las instituciones, es convertirla en la primera opción de la mayoría de la ciudadanía. Y eso ya es más complicado. Será uno de los deberes del nuevo Parlamento, sin mayorías, en que habrá que dialogar mucho. En euskera o en castellano.
El PSE propone reformar la exigencia del vasco para optar a un empleo público La “imposición” de la lengua inquieta sólo a un 0,7% de la sociedad, según el CIS