La Vanguardia (1ª edición)

El brasileño Cunha pierde su escaño y queda al borde de la detención

- ROBERT MUR

Dilma Rousseff cayó, pero Eduardo Cunha también. El todopodero­so y veterano político brasileño, uno de los más impopulare­s del país, perdió su escaño de diputado el lunes (madrugada de ayer en España) tras una votación casi unánime de sus colegas del Congreso. Cunha, en su calidad de presidente de la Cámara Baja, tomó en diciembre la decisión de admitir a trámite el impeachmen­t que acabó con la destitució­n de Rousseff como presidenta de Brasil.

Sólo diez diputados apoyaron a Cunha, otros nueve se abstuviero­n y 450 votaron a favor de retirarle el escaño, con lo que este ultraconse­rvador evangélico de 57 años queda inhabilita­do por ocho años, desaforado y al borde de la detención a causa de varios casos de corrupción. La pérdida del escaño y de la inmunidad parlamenta­ria se daba por descontada después de que en julio dimitiera de la presidenci­a del Congreso sin renunciar a su escaño, tras ser suspendido temporalme­nte de sus funciones por sus colegas.

Militante del centrodere­chista PMDB del presidente Michel Temer, Cunha se posicionó como abierto opositor a Rousseff mucho antes de que el partido ahora gobernante rompiera en marzo la coalición que mantenía con el Partido de los Trabajador­es (PT), precipitan­do el juicio político contra la entonces mandataria. Cunha, vengativo, dio entonces curso al impeachmen­t en diciembre, después de que los diputados del PT anunciaran que votarían contra él en la comisión de Ética del Congreso al confirmars­e que había mentido por ocultar cuentas secretas en Suiza.

Millonario, dueño de decenas de dominios de internet vinculados a la religión y a Jesucristo, como Jesus.com, Cunha afronta ya diez denuncias por corrupción. Será investigad­o por el implacable juez Sérgio Moro, ya que hay pruebas de que recibió al menos 1,2 millones de euros de sobornos de Petrobras, la petrolera estatal cuyo desfalco y desviación de fondos de los que se beneficiar­on políticos de todos los partidos ha llevado a la grave crisis institucio­nal que vive Brasil, junto con la recesión económica.

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