Podemos se inflama
Las tensiones entre los proyectos para Podemos en Madrid revelan las dificultades que entraña la pretendida horizontalidad de la formación
El caso de los proyectos alternativos para la dirección madrileña de Podemos, interpretado como una reedición de la pugna entre pablistas y errejonistas –Ramón Encinar (Podemos Escucha), de un lado, Rita Maestre y Tania Sánchez (Adelante Podemos), de otro–, ha servido para poner de manifiesto las dificultades que está encontrando el partido para hallar un modelo de gestión interna que preserve su identidad –la horizontalidad y el debate abierto a la participación ciudadana– y la haga compatible con la imprescindible eficacia política y visibilidad, conjurando los canibalismos asamblearios que otras organizaciones, abanderadas de la democracia interna como IU y ERC, padecen de forma recurrente.
En la presentación de proyectos, que en segunda instancia, tras el debate y votación de documentos (finales de octubre), se prevé se conviertan en candidaturas, no ha habido más sorpresa que la aparición de la diputada Tania Sánchez secundando a la portavoz municipal madrileña Rita Maestre. Que Maestre y el senador por Madrid Ramón Espinar iban a encabezar huestes distintas para disputar el control de Podemos en Madrid era conocido desde hace tiempo dentro del partido, pero se daba por sentado, relatan fuentes de la organización, que Sánchez estaba trabajando con Espinar en su iniciativa, y el cambio de opción de la diputada, sumada a su anterior parentesco con el secretario general, Pablo Iglesias –que cayó en la tentación del sutil desdén a Adelante Podemos–, hizo salivar al universo tertuliano, imaginando tal vez un Lady Macbeth o acaso una Casa de Bernarda Alba.
El cofundador de la organización Juan Carlos Monedero, desde su fugaz exilio canadiense, insistía, ante las primeras esgrimas, en la necesidad de que Podemos se construya de abajo arriba, y por tanto, advertía de los riesgos que entraña que los rostros más conocidos se conviertan en los protagonistas de las pugnas por el control del partido en los distintos territorios, unos litigios susceptibles de recordar, en las memorias aviesas, las frecuentes y sanguinarias saturnales de la Federación Socialista Madrileña.
Pero de fondo late de nuevo la cuestión causante de la crisis que desencadenó la depuración del diputado cacereño Sergio Pascual del puesto de secretario de organización la pasada primavera: la tensión entre la eficacia en la acción política –en primer término, eficacia electoral– y la transformación del partido en un vehículo político de nuevo cuño permeable a las nuevas sensibilidades y aspiraciones de participación, un objetivo al que el número dos de Podemos, Íñigo Errejón, ha consagrado sus desvelos. De hecho, en las ideas propuestas para el debate en la iniciativa que encabeza Rita Maestre para Podemos Madrid, explica la formación, aparecen de forma expresa esas aspiraciones de descentralización y autonomía de los territorios (en el caso de Madrid, los barrios de la capital y los distintos municipios) que en su momento fueron parcialmente sacrificadas en pos de una más refinada actuación en campaña.
Aunque el devenir de la asamblea de Podemos Madrid puede servir de indicador para el proceso político que la organización vivirá en 2017, no parece probable que, al margen de dilucidar el peso de las distintas corrientes internas, el proceso resuelva la compleja dialéctica entre democratización y funcionalidad.
Podemos confirma estos días una leyenda que se origina en los años treinta con las tremendas y sonoras trifulcas en la Federación Socialista Madrileña: una constante en la vida orgánica del PSOE. Todas las organizaciones de Madrid de los principales partidos políticos españoles, tarde o temprano, acaban convirtiéndose en un avispero. Todas.
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