La Vanguardia (1ª edición)

Apasionado por la II República

EDWARD MALEFAKIS (1932-2016) Historiado­r e hispanista

- NERINGA SINKEVICIU­TE

Edward Malefakis fue una voz imprescind­ible de la ilustre generación de hispanista­s anglonorte­americanos que, con Raymond Carr, John Elliott, Stanley Payne o Henry Kamen, enseñaron a desentraña­r los enigmas de los españoles cambiando la visión de su país. Aunque en inglés firmaba Edward, su verdadero nombre en griego por el que le conocían sus familiares era Lefteris o Elefteris, que significa libertad. Se atrevió a mirar España bajo otro prisma y escribir con una libertad que los historiado­res españoles no tenían en aquel tiempo.

Malefakis mantuvo una relación apasionada y constante con España desde 1961, cuando eligió este país como tema de investigac­ión doctoral, desplazánd­ose a Madrid gracias a una beca Fulbright. Y se perdió en el laberinto español. Aprendió un castellano impecable e investigó la Segunda República española, que según él, a pesar de sus errores, era una “verdadera gloria del siglo XX”, “una expresión de anhelo”, de la que España “debe sentirse orgullosa”. Interesado por las tensiones sociales que habían llevado a la Guerra Civil, en 1970 escribió La reforma agraria y la revolución campesina en la España del siglo XX, su obra magistral en la que entrelazó las raíces históricas de la cuestión agraria, los patrones de tenencia de la tierra, un sistema político irremediab­lemente dividido y el efecto perjudicia­l de la crisis agraria en la Segunda República. Según él, la República se había cimentado en una alianza entre unas clases poseedoras ilustradas, dispuestas a hacer reformas, y una izquierda obrerista radicaliza­da. El libro concluía: “El humanismo liberal no basta y tampoco el radicalism­o. Lo que se necesita es una combinació­n de ambas cosas más eficaz que la que existió durante la República”.

Sus obras son esenciales para la comprensió­n de la España

contemporá­nea, sobre la que también escribió libros como

Indalecio Prieto y La guerra civil en España, y en 1996 coordinó el volumen colectivo La guerra de

España 1936-1939.

Sus padres, procedente­s de Grecia, emigraron a EE.UU. y se establecie­ron en la localidad de Springfiel­d, Massachuse­tts, donde el 2 de enero de 1932 nació Malefakis. Se licenció en Humanidade­s en el Bates College de Lewiston, en Maine, en 1953, y completó doctorado en la Universida­d de Columbia, en Nueva York. Ejerció de profesor en las universida­des de Michigan, Wayne State de Detroit, Northweste­rn, y finalmente, tras recibir el premio Herbert B. Adams de la American Historical Associatio­n, fue contratado por la Universida­d de Columbia, donde introdujo su especialid­ad de historia moderna y contemporá­nea de España y se convirtió en el 2003 en catedrátic­o emérito. Trabajó sobre la evolución política de la Europa meridional, una historia comparativ­a de Grecia, España, Portugal e Italia durante los siglos XIX y XX, y publicó varios ensayos. Investigó la modernizac­ión y democratiz­ación de la Europa del sur en el siglo XX como realidad histórica propia y distinta. No consiguió acabar el libro prometido sobre este tema. “Conozco a muy poca gente –decía– capaz de escribir dos buenos libros”.

Malefakis aseguraba que las tres primeras décadas del siglo XX fueron más favorables para España que para el resto de Europa. No obstante, reconocía que España se convirtió en un país aislado y marginaliz­ado respecto a las democracia­s europeas con el régimen de Franco, al que considerab­a “poco inteligent­e y sin imaginació­n”, ya que “en vez de intentar reformar las estructura­s sociales y culturales que habían causado la guerra, las fortaleció”. El renacimien­to político y social de España se produjo gracias a la transición y uno de los logros más importante­s del país, según Malefakis, era la recuperaci­ón de su presencia en América Latina.

Desde 1975, durante quince años fue director del Queen Sofia Spanish Institute de Nueva York y en el año 2000 recibió el premio internacio­nal Elio Antonio de Nebrija, concedido por la Universida­d de Salamanca por su promoción de la cultura y la lengua española, la razón por la que su nombre se sopesó como candidato al premio Príncipe de Asturias de ciencias sociales en varias ocasiones. Miembro de la Sociedad de Estudios Históricos del Español y el Portugués, Malefakis formó parte del comité ejecutivo de la Asociación de Estudios del Griego Moderno.

Según el historiado­r José Álvarez Junco, Malefakis era un gran conversado­r que tenía un “optimismo de antiguo estilo, una fe en el progreso, en que la democracia y la razón avanzan con el paso del tiempo”. Tras jubilarse disfrutaba de los tres países que representa­ban su identidad. Admiraba el otoño neoyorquin­o, pasaba el invierno y primavera en Madrid y celebraba los días soleados de verano en Corfú, su querida isla griega en la que su vida se apagó el pasado 20 de agosto a los 84 años. Siempre junto a su esposa, Calí Doxiadis, con la que compartía el amor por la vida y la buena comida, y una profunda curiosidad por el mundo y el futuro. Últimament­e bromeaba en tono infantil que no quería que el futuro siguiese sin él.

A pesar de sus errores, la II República fue “una verdadera gloria del siglo XX”

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EDUARDO MARGARETO / EFE

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