Realizada
Ayer, Mireia Belmonte (25) no tuvo tiempo para entrar en la piscina. No nadó. Anteayer, tampoco. Hoy ya veremos. Y así, desde agosto. –No hay forma de entrenarse. Tiene muchos compromisos –dice su padre, José Belmonte.
Estamos en la plaza de los Països Catalans, justo frente a la estación de Sants. Este es un acto promocional de Lidl. Un supermercado. Se trata de potenciar los buenos hábitos alimenticios entre los niños. Nos recuerdan que, como mínimo, hay que comerse cinco piezas de fruta y hortalizas al día.
–Yo me las tomo cada día. Y alguna más, también –ironiza Mireia Belmonte.
Hace un calor del demonio. Los organizadores han montado una carpa con un lateral a cielo abierto. Y por el este, perfilado, se cuela el sol. Casi todos sudamos. Casi todos. Mireia Belmonte aguanta el tipo. Algo tensa, pero aguanta.
Lleva algunos días haciendo de todo. De todo, menos entrenarse a fondo. Estuvo en El Hormiguero con Pablo Motos. Disputó un triatlón por equipos en Santander. Ella nadaba, a ritmo de pandereta. Indurain pedaleaba. Abel Antón corría. Ha apadrinado una campaña de Procter & Gamble (P&G) dedicada a las madres de las campeonas. Gracias, mamá, se llamaba la campaña. Los de P&G llevaron a su madre, Paqui, a Río. La mujer pudo contemplar a su niña en la piscina olímpica. Sentada en la grada, vio los dos podios. Un oro y un bronce. E incluso otro cuarto puesto, que tampoco está nada mal. Luego, Belmonte se dio un respiro. –La verdad es que, después de Río, me siento casi realizada –dijo ayer.
Y por eso está de vacaciones (deportivas).
–También hay que darse un respiro de vez en cuando, ¿no? –se pregunta el padre, que va y viene detrás de la chica.
–Por supuesto, ¿pero volverá pronto a las piscinas?
–Cada cosa tiene su tiempo. Ahora toca atender los compromisos publicitarios.
Es un trabajo notable. Tras Belmonte hay doce patrocinadores. Y todos quieren su momento en la fiesta de la chica dorada (así la llama la gente de Lidl).
Todo esto, Fred Vergnoux lo entiende y lo asume. El entrenador de Belmonte ha modificado el calendario de trabajo y ha fijado unas fechas. Hay que estar en los Mundiales de Budapest del próximo verano. Aún queda. Son en julio.
Tampoco pasa nada. ¿No se retiró Phelps por un par de años? ¿Y se perdió en la bebida, y lo pillaron conduciendo borracho, y lo metieron en una clínica de desintoxicación, antes de que viera la luz? ¿No volvió al ruedo y acabó triunfando en Río...? Logró un buen puñado de medallas, cinco de oro.
No hace falta llevar las cosas tan lejos. Se supone que Belmonte y Vergnoux saben lo que están haciendo. Que todo se encuentra bajo control.
–¿Qué hay que comer para ser una campeona olímpica? –le pregunta a bocajarro un niño de la escuela Zurich (Zurich Schüle).
–De todo. Pero en una cantidad justa. Yo como pasta, pescado, carne, sopas, verduras... –¿Verduras...? Yo no. –¿No te gustan? –No saben bien. –Vaya. –¿Y cuál es tu fruta preferida? –pregunta otro niño.
–El plátano. La más fácil de pelar y comer. Sobre todo en el agua. Y de hortalizas, la coliflor. Raro, ¿eh? El niño pone cara de póquer. Luego preguntan los periodistas. Le preguntan por su novio, el piragüista Javier Hernanz, y por sus vacaciones.
–Cuatro o cinco días en casa. Con la familia. Y con mi sobrino (Álex nació hace seis meses). Y poco más. –Alguna piscina habría cerca. –Sí, pero me tiré para relajarme. No me puse a nadar. –Y el novio... José Belmonte, el padre, empieza a ponerse nervioso. El asunto se está desviando demasiado. Hemos venido a hablar de verduras y hortalizas. Hay que cortar. –Hasta aquí –dice la moderadora. Belmonte deja el micro y sale fuera. Estos días se acaban. Dice que nada ocho horas diarias de lunes a viernes. Y tres o cuatro horas el sábado.
–Pero el domingo es más tranquilito.
En estos días, Belmonte ha aparecido en un programa de televisión y ha disputado un triatlón por equipos La campeona
olímpica se concede un descanso en la piscina para asumir
todos sus compromisos publicitarios