Los errores de las Glòries
UNA lamentable falta de previsión técnica demora en 18 meses las obras de reforma de la plaza de las Glòries, un nudo vital para el tráfico urbano, y convierte su ejecución en una tortura para los vecinos, con una probable demora de otros proyectos, incluido el de la unión del tranvía, y con un sobrecoste que puede alcanzar, como mínimo, el 60% del presupuesto inicial. Un error que obliga al Ayuntamiento a dar una explicación a los ciudadanos y, en su caso, a la demanda de responsabilidades.
El fondo de la cuestión es la puesta en marcha de una de las obras de reforma de la citada plaza, la ejecución del túnel viario que debe comunicar las calles de Castillejos y Badajoz por debajo de la Gran Vía, que se adjudicó en marzo del 2015, siendo alcalde Xavier Trias, por 49,7 millones de euros, un cifra casi 16 millones inferior a la inicialmente licitada.
El problema surge cuando las empresas adjudicatarias encuentran que deben rebajar hasta un metro y medio más el recorrido del túnel, que estaba previsto que discurriera 15 metros por debajo de la capa freática, para poder sortear los cuatro túneles que ya existen en la zona, tres del tren y uno del metro; uno de los cuales, el del ramal de la estación de Francia, se encuentra en unas condiciones deficitarias que obligan a reforzar su seguridad mediante muros de contención. Además, cuando se había iniciado la perforación del subsuelo de la plaza se hallaron antiguas cimentaciones soterradas que no estaban previstas en la obra, y que han obligado al empleo de gran maquinaria para romper el hormigón, con el consiguiente ruido y molestias para los vecinos y el aumento de costes.
Una ciudad como Barcelona ha de tener planificado su subsuelo para poder realizar cualquier obra, sea de reforma, de nueva planta o de mantenimiento. La historia dos veces milenaria de la ciudad la convierte en ocasiones en un pozo de sorpresas, especialmente en restos arqueológicos. Pero el hallazgo de unas cimentaciones relativamente modernas no debiera sorprender. Ahí está el primer error de planificación. El segundo es que el proyecto no previó las condiciones de mantenimiento de uno de los túneles, lo que obliga a reforzarlo aunque no sea de su competencia. Todo ello implica rehacer el proyecto, adjudicar nuevas obras y elevar los costes.
Conviene por tanto que los munícipes analicen los errores cometidos, especialmente en lo que hace al conocimiento del subsuelo y a las repercusiones que su masivo uso comporta. Y los responsables de ese desaguisado deben explicarlo y actuar en consecuencia.