Trump sigue, pero los republicanos tiran la toalla.
La cúpula del partido ve perdida la presidencia y se centra en el Congreso
La cúpula del Partido Conservador da por perdida la presidencia a causa de las grabaciones machistas del candidato y de la victoria de Clinton en el segundo debate.
Paul Ryan es la primera autoridad republicana de Estados Unidos. Como presidente de la Cámara de Representantes figura en segundo lugar en la línea de sucesión del presidente y es el líder conservador que marca la agenda política. Ayer, después del fin de semana políticamente más tempestuoso de la campaña, Ryan convocó una reunión por teleconferencia con todos los legisladores republicanos y vino a decirles: “Sálvese quien pueda”. El
speaker da por perdida la presidencia de EE.UU. y ahora avisa que la prioridad es mantener a toda costa la mayoría conservadora en el Congreso, que ve seriamente amenazada.
De nada va a servir que Trump lograra salir vivo del segundo debate con Hillary Clinton. El daño que ha causado al candidato republicano la divulgación del vídeo en el que se oían frases denigrantes del magnate contra las mujeres es irreparable y los sondeos empiezan a confirmar esta percepción. Si para algo ha servido el segundo debate, es para confirmar que Trump no piensa retirarse y disputará la carrera hasta el final empleando todo el arsenal que pueda reunir para atacar a Hillary Cinton.
“No pienso defender ni apoyar a Donald Trump en los próximos treinta días”, declaró Paul Ryan ante sus correligionarios, según informaron varios congresistas, que explicaron el contenido de la reunión a diversos medios estadounidenses bajo la condición de anonimato.
“Voy a dedicar toda mi energía a asegurar que Hillary Clinton no reciba un cheque en blanco con un Congreso controlado por los demócratas”, añadió Ryan, una frase que deja tan meridianamente claro que han tirado la toalla en la batalla por la Casa Blanca, que un colaborador suyo tuvo que salir luego a decir que exactamente no había dicho lo que todo el mundo entendió perfectamente.
Si los líderes del partido abandonan al candidato porque creen que les perjudica, ¿qué van a hacer los candidatos que aspiran a renovar sus escaños en el Senado y en la Cámara de Representantes?
El líder de la Cámara de Representantes se niega a apoyar a Trump y da libertad de acción a sus correligionarios
Ryan tuvo también respuesta para ellos: “Hagan lo que más les convenga en su distrito”. Así que el caos se ha apoderado del partido que se proclama defensor supremo de la ley y el orden. En los próximos 28 días el Grand Old Party protagonizará un insólito espectáculo con unos candidatos al Congreso que cantarán las glorias de Donald Trump y otros que simultáneamente renegarán de él.
De hecho, la olla de grillos empezó a hacerse oír por la tarde. Trump no se mordió la lengua y respondió al speaker: “Paul Ryan debe dedicar más tiempo a equilibrar el presupuesto, a preocuparse por el empleo y la inmigración ilegal y no debe perder el tiempo luchando contra el candidato republicano”.
El barullo no se quedó aquí. Después de que Ryan arengara a los suyos contra Trump, el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, se negó a hacer ningún comentario sobre la campaña ni sobre su posición respecto al candidato de su partido, mien-
tras que Mike Pence, el candidato a vicepresidente, proclamó su apoyo a Trump.
La actitud de Pence, que es un hombre conservador y religioso, que condenó enérgicamente el sexismo de Trump, es lo que confirma que no habrá retirada de Trump antes de tiempo. Pence había sido señalado como el sustituto natural de Trump en la candidatura. Su actitud, cancelando todos sus actos de campaña durante el fin de semana y negándose a asistir al debate, alimentó los rumores de que o bien Pence relevaría a Trump o el candidato a vicepresidente renunciaría. Inmediatamente después de acabar el debate, Pence proclamó que Trump había ganado el debate y que estaba “orgulloso” de formar tándem con él. Por la mañana desmintió los rumores sobre su renuncia.
Después del debate de la noche del domingo, en el que tanto Hillary Clinton como Donald Trump se sentían razonablemente satisfechos de su papel, en las redes sociales bromeaban algunos demócratas celebrando que Trump no se retire de la carrera porque ahora sí se ha convertido, a su juicio, en la garantía de victoria para los demócratas. Los sondeos y los pronósticos avalan esa idea. Los sondeos publicados ayer registraban ya el impacto del escándalo de Trump y Hillary Clinton había multiplicado por dos la ventaja que ya tenía sobre su rival. En el sondeo de la NBC y The Wall Street Journal la ventaja de la candidata demócrata se sitúa entre 11 y 14 puntos. Pero la peor noticia para Trump no es lo que sube Clinton, sino lo que baja él, que no llega al 40%, el listón que los especialistas demoscópicos señalan como determinante. Nadie ha ganado con los sondeos tan bajos.
Pero además, lo significativo es que Clinton gana posiciones en los estados clave, los que no siempre votan lo mismo. La candidata demócrata ha rectificado la estrategia de dar por perdido Ohio,
Estrategas demócratas temen que el magnate intente ahora emponzoñar la campaña hasta el final
porque los sondeos le han reabierto las esperanzas. En un sondeo publicado el domingo, Clinton obtenía una ventaja de cuatro puntos en Ohio.
“Si Clinton gana Ohio, Trump no tiene ninguna posibilidad de victoria. Ningún republicano ha ganado nunca la Casa Blanca sin ganar en Ohio, y particularmente en esta elección, la demografía de Ohio favorece a los republicanos”, sostiene Larry J. Sabato, analista electoral de la Universidad de Virginia.
Los expertos comparan la caída de Trump en los sondeos con el desplome de la bolsa y la cercanía de las elecciones pone cada vez más difícil las posibilidades de remontada. Sólo una nueva revelación imprevista podría alterar el curso de la campaña hasta el 8 de noviembre, algo que tampoco puede descartarse, dadas las amenazas de Wikileaks y la beligerancia anunciada por Trump. En el debate, el candidato republicano utilizó las presuntas agresiones sexuales de Bill Clinton y declaró que si por él fuera, “Hillary estaría en la cárcel”. Con ello buscaba enardecer a sus bases, pero algunos analistas apuntan que cual fiera malherida, Trump pretende ahora convertir los días que quedan de campaña en un infierno para Clinton.