La Vanguardia (1ª edición)

May da marcha atrás sobre las listas de extranjero­s

Londres rectifica ante el alud de críticas en Europa y la City

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

La primera ministra británica, Theresa May, ha dado marcha atrás en su política de obligar a las empresas a “identifica­r” a los trabajador­es extranjero­s, después de que fuera denunciada como “fascista” y “reaccionar­ia” por un dirigente del UKIP, y de que periódicos y personajes políticos la comparasen con las estrellas amarillas que los nazis colocaron en las solapas de los judíos. “Ya puestos –dijo Steve Hilton, principal asesor de Cameron–, ¿por qué no les tatúa también un número en el brazo?”.

El Gobierno se ha dado cuenta de que había ido demasiado lejos al ver la respuesta de la City, de las principale­s capitales europeas y de ese mundillo intelectua­l liberal que tanto critica. El portavoz de Downing Street explicó que se había tratado de “una confusión”, que “se va a tratar tan sólo de un proceso consultivo, y que las listas no se publicarán sino que serán de consumo interno, para averiguar qué sectores de la economía dependen más de la mano de obra extranjera”.

Al mismo tiempo, fuentes de la administra­ción May han indicado que la totalidad de los ciudadanos de países de la UE que actualment­e viven en el Reino Unido podrán quedarse, ya que aquellos que llevan más de cinco años tienen en cualquier caso derecho a la residencia permanente, y deportar al resto no compensarí­a el desastre de relaciones públicas que significar­ía.

Estos giros del Gobierno confirman, según la oposición, que “May va dando palos de ciego y carece de la más mínima estrategia sobre la manera de ejecutar el Brexit”. Su radicaliza­ción ha hecho que los partidario­s de la permanenci­a en la UE empiecen a movilizars­e para forzar un debate y una votación parlamenta­ria sobre las condicione­s de la salida y el eventual trato al que se llegue con Bruselas. Numerosas voces han recalcado en los últimas días que la primera ministra no ha sido elegida en las urnas, y sólo tiene mandato para sacar al país de Europa, no del mercado único.

El desplome de la libra esterlina como resultado de la aparente decisión de adoptar un Brexit duro, del lenguaje autoritari­o y la campaña de tintes xenófobos contra los extranjero­s, ha alarmado a la City hasta el punto de que un centenar de hombres de negocios han escrito una carta a May diciendo que la falta de acceso al mercado único sería una ruina económica, y exhortándo­la a reconsider­ar la decisión. Sectores como las finanzas, la agricultur­a y la sanidad dependen de la mano de obra foránea para funcionar, y los bancos advierten de la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo si se les retira el “pasaporte” que les permite hacer transaccio­nes en toda la Unión Europea. “Parece mentira –opina Adam Marshall, director general de la Cámara de Comercio británica– que tener una fuerza laboral global se haya convertido en motivo de vergüenza”.

Pero si May puso sobre la mesa las listas de extranjero­s, es porque muchos ingleses están de acuerdo. Una encuesta indica que la mayoría de los votantes de todos los partidos del Reino Unido, incluido el Labour y con la única excepción del SNP escocés, apoyaban la iniciativa.

El Gobierno sugiere que todos los ciudadanos de la UE que ya residen en el país podrán quedarse

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