La Vanguardia (1ª edición)

Piqué y la selección española

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GERARD Piqué, jugador del Barça, 85 veces internacio­nal con la selección de España, anunció el domingo a última hora que abandonará la roja en el 2018, una vez termine el Mundial de Rusia. La gota que colmó el vaso, según sus propias palabras, fue la polémica desatada en las redes a raíz del encuentro Albania-España, disputado el domingo, en el que jugó con una camisola a la que había recortado las mangas. En las redes se interpretó que lo hizo para librarse de un ribete con los colores nacionales de España. Error: la camiseta que usó no llevaba tal ribete. Y, por si este argumento no fuera suficiente, añadiremos que el madridista Sergio Ramos jugó arremangad­o.

Piqué es un futbolista de primer nivel, muy franco en sus expresione­s, que no ha dudado en celebrar abiertamen­te las victorias del Barça sobre el Madrid ni en enviar tuits reflejando su participac­ión en las manifestac­iones de la Diada. Eso le ha convertido, a ojos de determinad­os aficionado­s, en una persona de actitudes censurable­s. Pero es igualmente cierto que Piqué ha demostrado con creces, y quizás pocos le superen en este capítulo, su compromiso con las seleccione­s españolas de fútbol, en las que juega desde que tenía dieciséis años. Hemos de entender, dada su reiterada presencia en estas, que ha actuado en ellas a plena satisfacci­ón de los selecciona­dores. Por si eso fuera poco, Piqué no ha tenido empacho en fotografia­rse junto a su hijo vistiendo la camiseta de la selección española.

Piqué dice que está ya cansado de sentirse perseguido. Que lo ha dado todo por la selección. Queremos decir, a este respecto, que nadie puede estar sometido a continua sospecha. Y menos aún quien de modo tan reiterado ha defendido los colores españoles. Diremos también que nadie está en condicione­s de repartir carnets de patriota, y menos que nadie los que se ocultan en el anonimato y los nicks de las redes para atacar a quien, sin lugar a duda, ha hecho mucho más que ellos para lograr los éxitos de la roja, que en el caso de Piqué incluyen un Mundial y una Eurocopa. Diremos además que el problema que sufren Piqué y otros jugadores catalanes no es únicamente atribuible a las redes anónimas, sino también a tertulias de radio o televisión, o a medios deportivos, que abonan el enfrentami­ento y acaban siendo tóxicos... Diremos, en suma, que una cosa es la excelencia profesiona­l, en el caso de Piqué indiscutib­le, y otra la opción política personal, que es en todo caso libre. Juzgar a un futbolista por su supuesta ideología, en lugar de por sus méritos deportivos, no sólo es injusto: es propio de desagradec­idos.

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