La galvanización de España
La galvanización supone, en último extremo, recubrir un metal con otro depositando siempre un metal de mayor carga sobre otro de menor carga. La galvanización de la política española resulta del recubrimiento del PP, que dispone de mayor carga, la que representa el bloque de la gestión del miedo al cambio, sobre el PSOE, con una menor carga que se balancea entre la razón de Estado o cuestionar, como Podemos, la España de Rajoy.
La fuerza del PP estriba en su gobernanza interna, la credibilidad económica y la gestión de la identidad española sobre la base de una defensa legal de la unidad de España. Una fuerza sin carisma pero con solidez para atraer a aquellos ciudadanos que esperan de la política una pequeña mejora particular, sin grandes estropicios colectivos. Su poder para galvanizar todo lo que toca es de tal magnitud que una parte del PSOE ha sido recubierta por la lógica de la gobernabilidad de España del PP.
Esta tendencia al recubrimiento de otras realidades políticas que tontean con la moderación ha ocurrido también en Catalunya, donde cualquier intento de matizar el discurso independentista es tachado de hacer seguidismo al PP. Ya hemos visto cómo la aproximación táctica de Ciudadanos al PP le ha dejado sin aire electoral en Galicia y en el País Vasco.
La galvanización de la política española tiene otro efecto, el de armar un nuevo bipartidismo en España. Un bipartidismo constituido, por un lado, por PP, Ciudadanos y parte del PSOE, favorables a la gobernabilidad, frente a Podemos, Izquierda Unida, las confluencias y una parte del PSOE nacida del trauma de la expulsión de Pedro Sánchez de la dirección del partido. En el caso de la derecha, su poder de atracción es nítido, gracias al discurso basado en la responsabilidad y la negativa a cualquier veleidad que ponga en peligro la España de la transición. En cambio, no ocurre lo mismo con la izquierda. El discurso de la izquierda no es tan claro y es improbable que logre el mismo efecto, debido a que su naturaleza de agregación, más que de sustitución, dispersa sus fuerzas. Nos enfrentamos, pues, al rotundo éxito del relato del PP. Ha sabido esperar a que su fuerza, expresada en sus convicciones patrióticas, recubriera, hasta sustituir, la narrativa del cambio.