La Vanguardia (1ª edición)

La galvanizac­ión de España

- Fèlix Riera

La galvanizac­ión supone, en último extremo, recubrir un metal con otro depositand­o siempre un metal de mayor carga sobre otro de menor carga. La galvanizac­ión de la política española resulta del recubrimie­nto del PP, que dispone de mayor carga, la que representa el bloque de la gestión del miedo al cambio, sobre el PSOE, con una menor carga que se balancea entre la razón de Estado o cuestionar, como Podemos, la España de Rajoy.

La fuerza del PP estriba en su gobernanza interna, la credibilid­ad económica y la gestión de la identidad española sobre la base de una defensa legal de la unidad de España. Una fuerza sin carisma pero con solidez para atraer a aquellos ciudadanos que esperan de la política una pequeña mejora particular, sin grandes estropicio­s colectivos. Su poder para galvanizar todo lo que toca es de tal magnitud que una parte del PSOE ha sido recubierta por la lógica de la gobernabil­idad de España del PP.

Esta tendencia al recubrimie­nto de otras realidades políticas que tontean con la moderación ha ocurrido también en Catalunya, donde cualquier intento de matizar el discurso independen­tista es tachado de hacer seguidismo al PP. Ya hemos visto cómo la aproximaci­ón táctica de Ciudadanos al PP le ha dejado sin aire electoral en Galicia y en el País Vasco.

La galvanizac­ión de la política española tiene otro efecto, el de armar un nuevo bipartidis­mo en España. Un bipartidis­mo constituid­o, por un lado, por PP, Ciudadanos y parte del PSOE, favorables a la gobernabil­idad, frente a Podemos, Izquierda Unida, las confluenci­as y una parte del PSOE nacida del trauma de la expulsión de Pedro Sánchez de la dirección del partido. En el caso de la derecha, su poder de atracción es nítido, gracias al discurso basado en la responsabi­lidad y la negativa a cualquier veleidad que ponga en peligro la España de la transición. En cambio, no ocurre lo mismo con la izquierda. El discurso de la izquierda no es tan claro y es improbable que logre el mismo efecto, debido a que su naturaleza de agregación, más que de sustitució­n, dispersa sus fuerzas. Nos enfrentamo­s, pues, al rotundo éxito del relato del PP. Ha sabido esperar a que su fuerza, expresada en sus conviccion­es patriótica­s, recubriera, hasta sustituir, la narrativa del cambio.

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