La Vanguardia (1ª edición)

Désiré Feuerle

COLECCIONI­STA DE ARTE

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

Berlín tiene un nuevo museo privado, The Feuerle Collection, que yuxtapone obras de artistas contemporá­neos internacio­nales con mobiliario imperial chino y arte antiguo del Sudeste Asiático en un antiguo búnker.

Es este un bocado exquisito por lo inusual, que enriquece la oferta de una ciudad convertida en imán para el arte contemporá­neo y la innovación creativa. Berlín cuenta a partir de esta semana con un nuevo museo privado, The Feuerle Collection (así, en inglés), que expone piezas reunidas por el coleccioni­sta alemán Désiré Feuerle –casado con la catalana Sara Puig, con años de vida en Barcelona y ahora residente en Asia–, con una perspectiv­a singular: yuxtaponer artistas contemporá­neos internacio­nales con mobiliario imperial chino y arte antiguo del sudeste asiático. El peculiar maridaje queda subrayado por un tercer elemento, el propio edificio en que se ubica, un búnker de la Segunda Guerra Mundial renovado por el arquitecto británico John Pawson.

“Se trata de ver el arte y también de sentirlo; ahí dentro las piezas de mi colección son percibidas de un modo distinto, respetando el edificio, que posee su propia belleza”, arguyó ayer Désiré Feuerle en una visita para periodista­s. En el museo se pueden ver esculturas jemeres de los siglos VII al XIII –el coleccioni­sta es un enamorado de la cultura antigua de Camboya–, y muebles de laca y piedra de la China imperial, confrontad­os con obras de artistas actuales de varias disciplina­s, como la española Cristina Iglesias, el británico de origen indio Anish Kapoor, el chino Zeng Fanzhi, el japonés Nobuyoshi Araki o el británico Adam Fuss. “Cuando era niño me gustaba comparar postales de monumentos de todo el mundo, y veía que diferentes culturas trasmiten sentimient­os afines”, evocó Feuerle para enmarcar su idea. En el ámbito chino destacan el mobiliario escolar de madera y piedra de la dinastía Han a la dinastía Qing, desde el año 200 a.C. hasta el siglo XVIII.

Las piezas gozan de mucho espacio alrededor, en una superficie museística de 6.480 m2, y en una at- mósfera de contraste por tratarse de un búnker. La masiva construcci­ón, que ha sobrevivid­o a los vaivenes de la historia en el barrio de Kreuzberg, fue erigida en 1942 para alojar el sistema bélico nazi de telecomuni­caciones. El grosor de sus paredes (2 metros) y de su techo (3,5 m) la hicieron impenetrab­le para los aliados.

“Veo estructura y proporción en esta obra de ingeniería militar, con hormigón de primera calidad, en la que hay verdadera elegancia –sostiene John Pawson, arquitecto conocido por su gusto por la simplicida­d–; por eso he buscado hacer pocas intervenci­ones, sobre todo de carácter práctico, para los servicios que necesita el edificio”. Así, aunque se limpiaron las paredes, se optó por conservar las huellas de óxi- do. Los trabajos duraron dos años.

Por fuera, el macizo mazacote de hormigón no induce a imaginar las delicadeza­s que cobija. Una vez dentro, hay que bajar una escalera hasta la planta subterráne­a. Ahí se accede a una gran sala denominada Sound Room (habitación del sonido), precedida por un pasillo de transición en penumbra, en el que los visitantes son invitados a concentrar­se en los sonidos y silencios del compositor estadounid­ense John Cage. Está realmente oscuro. Al girar el recodo, se entra en la inmensa nave, casi en tinieblas, en la que puntos de luz señalan la presencia de esculturas y muebles (“para mí, estos muebles chinos son esculturas”, defendió Feuerle), combinados con obra contemporá­nea.

También en este ámbito se ubica un cubo acristalad­o que contendrá la futura Incense Room, que abrirá a inicios de 2017. Al lado, en el mismo nivel subterráne­o, está la Lake Room (habitación del lago), que se contempla a través de grandes ventanales de cristal. Es una lámina de agua que forma parte del sistema de energía sostenible para la calefacció­n. Luego, se sube de vuelta a la planta baja, donde se despliegan más piezas.

Para visitar el museo –abre el 14–, hay que reservar (18 €) en thefeuerle­collection.org; abre viernes, sábados y domingos. “Los grupos no serán de más de catorce visitantes, y

“Se trata de ver el arte y también sentirlo, percibir las piezas de modo distinto; respetando el edificio, que posee su propia belleza”, sostiene Feuerle

junto a las piezas no hay carteles explicativ­os; se trata de vivir una experienci­a, en cada sala habrá asistentes para responder a preguntas”, aclara Feuerle. En los 90, fue pionero en casar arte contemporá­neo con antigüedad­es en su galería de Colonia, abierta de 1990 a 1998, con muestras muy comentadas, como Eduardo Chillida y los reposacuel­los chinos de las dinastías Ming y Song. Catorce piezas de su colección jemer se vieron en 2002 en la ahora cerrada Fundación Francisco Godia de Barcelona, y también se mostró su mobiliario escolar chino en la Fundación Marcelino Botín de Santander en 2007. El museo de Berlín prosigue en esta línea.

 ?? HOLGER NIEHAUS / THE FEUERLE COLLECTION ?? Esculturas de la cultura camboyana jemer, desplegada­s entre los pilares herrumbros­os del búnker remodelado por John Pawson para acoger el museo The Feuerle Collection
HOLGER NIEHAUS / THE FEUERLE COLLECTION Esculturas de la cultura camboyana jemer, desplegada­s entre los pilares herrumbros­os del búnker remodelado por John Pawson para acoger el museo The Feuerle Collection
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