La Vanguardia (1ª edición)

La cumbre del clima se atasca por las peticiones de financiaci­ón

Los países en vías de desarrollo y los petroleros quieren compensaci­ones

- ANTONIO CERRILLO Marrakech Enviado especial

Países como India, China, Bolivia o Nicaragua y los petroleros del Golfo pretenden renegociar los acuerdos de París alcanzados hace un año y recibir mayor financiaci­ón para aplicarlos. Esa actitud provocó ayer que la cumbre del clima de Marrakech, que había de ser casi una conferenci­a de trámite, se estancara. El calendario de aplicación de los acuerdos de París también provoca discrepanc­ias.

FONDO DE ADAPTACIÓN Las naciones en vías de desarrollo quieren más garantías de financiaci­ón REGLAS Preocupa la estrategia obstruccio­nista de los países petroleros y bolivarian­os

La que estaba destinada a ser una conferenci­a menor sobre cambio climático, de trámite, casi un festejo después del Acuerdo de París, alcanzado el año pasado en la capital francesa, era anoche una fuente de interrogan­tes. Las negociacio­nes de la conferenci­a de la ONU organizada en Marrakech permanecía­n estancadas, fundamenta­lmente por los intereses de países petroleros, que se muestran reticentes a concretar cómo se desarrolla­n las reglas del acuerdo de París y piden contrapart­idas para sus economías. En la capital gala se dejaron sobre la mesa muchos asuntos por aclarar, y ahora éstos pasan factura. Junto con el calendario para concretar los nuevos pasos, la financiaci­ón a las naciones menos desarrolla­das era el otro foco de discordia.

La conferenci­a se bloqueó en asuntos que aparenteme­nte eran burocrátic­o, rutinarios, como los referidos a la agenda para aplicar el acuerdo de París. En el 2015, en la capital gala, se acordó que en el año 2018 se iniciaría el proceso de evaluación de las contribuci­ones o planes de acción presentado­s por los países para reducir sus gases de efecto invernader­o. Pero ayer, en el último momento, algunos países plantearon la idea de postergar los detalles de cómo debe ser esa plantilla técnica que ha de servir para evaluarlos, y posponer esa discusión al año próximo. Al no cerrarse ese mandato (que parecía a priori un asunto nimio) el temor era que hubiera un interés predetermi­nado para no resolver ahora el asunto y dejarlo para el año próximo con un ánimo dilatorio que encubriera cierto obstruccio­nismo. Países en desarrollo, entre los que figuraban Bolivia, Nicaragua, India, China o los países petroleros del Golfo querrían “guardarse un as en la manga para renegociar las reglas del acuerdo de París dentro de un

año”, cuando ya tengan clara la postura que adopta el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, según fuentes próximas a la negociació­n.

El segundo elemento de tensión fue el desacuerdo en torno a cómo debe organizars­e la financiaci­ón para ayudar a los países menos adelantado­s a lograr recursos para afrontar los efectos del calentamie­nto (olas de calor, deshielos, sequías, grandes inundacion­es…). Los países en vías de desarrollo han pedido que se den plenas garantías de que se prorroga el funcionami­ento del Fondo de Adaptación (destinado a este fin) y se vincule y sea operativo en el seno del acuerdo de París. El problema ahora es que este fondo, aunque ha funcionado muy bien y ha sido operativo, está moribundo, puesto que fue creado por el Protocolo de Kioto, que expira en el año 2020. El Fondo de Adaptación se nutría sobre todo con el 2% de las transaccio­nes correspond­ientes a los mecanismos de mercado de carbono que puso en marcha en Kioto, pero estos mecanismos ha decaído los últimos años y el fondo no volverán a revitaliza­rse hasta después del año 2020, según recoge el acuerdo de París, una vez estén listas las nuevas reglas.

La financiaci­ón a largo plazo es el otro escollo. Se piden garantías de financiaci­ón hasta el 2025. A la cita de Marrakech se llega con una hoja de ruta para garantizar que en el 2020 estarán disponible­s los 100.000 millones de dólares anuales para financiaci­ón climática a los países pobres (incluyendo recursos públicos y privados), para afrontar las medidas de reducción de emisiones en esos países y también para adaptarse a los impactos del cambio climático. Actualment­e ya hay comprometi­dos 67.000 millones anuales y se pronostica que, con los fondos privados, los de los mercados de carbono y nuevos recursos extra se rebasaría ampliament­e esa suma y además podría ampliarse en el futuro.

Sin embargo, los países bolivarian­os (sobre todo Nicaragua y Bolivia y, en menor medida, Ecuador y Cuba) han puesto sobre la mesa el interrogan­te que supone la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, que ha dicho que no permitirá que los contribuye­ntes norteameri­canos participen en estos fondos.

Para diversos observador­es, las garantías de que esos fondos van a aportar son plenas y vienen respaldada­s por los informes de la OCDE que los está evaluando. Pero la insistenci­a en este asunto puesta por los países bolivarian­os genera grandes incertidum­bres, puesto que expresar este temor es tanto como poner la venda antes de ver la herida, y hacer un flaco favor al acuerdo de París, que puede debilitars­e por esta vía al dar alas al propio Trump, según fuentes conocedore­s de estas negociacio­nes. Los países bolivarian­os insisten siempre en el concepto de justicia climática para pedir que se repare el daño que ocasione el mundo rico a las naciones empobrecid­as.

Nicaragua, que capitanea este planteamie­nto, está consiguien­do que se unan a ella Bolivia, Ecuador, Cuba, Filipinas y los países petroleros. La divergenci­a es relevante, puesto que hay que tener en cuenta que las decisiones en la Convención de la ONU del Cambio Climático se adoptan por consenso: un solo país puede arruinarlo todo.

Además, existen otros flecos. Los planes de acción previstos por los países tienen un horizonte temporal de acción que remiten, en unos casos, al año 2025 y al 2030 en otros, lo que presenta disfuncion­es. Los negociador­es quieren acordar que los próximos compromiso­s que presenten los países (a partir del 2023) tengan el mismo horizonte temporal y un mismo año base de referencia de recorte de gases, para que los planes sean evaluados de manera sincroniza­da, para que a partir de ese examen se puede comparar y calibrar hasta qué puntos el esfuerzo global permite mantener el aumento de la temperatur­a del planeta por debajo de dos grados. Pero sobre esto también hay discrepanc­ias y países como China quieren dejar abierto este asunto.

Por su parte los países petroleros quieren compensaci­ones por el daño que se les cause al dejar de vender sus combustibl­es fósiles, como consecuenc­ia de la aplicación de los acuerdos de París.

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Miembros de delegacion­es internacio­nales sostienen un globo gigante en las inmediacio­nes del recinto de la conferenci­a
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FADEL SENNA / AFP

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