La semántica del camarada
Los comunistas chinos reviven el término ‘camarada’, en los últimos años abrazado por los homosexuales
Los jóvenes comunistas chinos viven desde hace semanas una situación embarazosa. Según la norma adoptada en el último cónclave de la dirección del Partido Comunista deben tratar a sus compañeros de organización con el título de camarada, pero este tipo de saludo les perturba. Una inseguridad que se explica porque este término, que había caído en el ostracismo, forma parte de los signos de reconocimiento de la comunidad homosexual china, que lo ha adoptado desde hace años como una muestra de unidad ante una sociedad a menudo hostil.
Seguramente, a ninguno de los cerca de 370 miembros del comité central del Partido Comunista les pareció mal recuperar el título de camarada cuando a finales de octubre decidieron aprobar las nuevas pautas de comportamiento interno de la organización. Formaba parte de la iniciativa de su líder y presidente del país, Xi Jinping, de reforzar la disciplina y las credenciales del partido único para lo cual no vaciló en desempolvar el viejo término revolucionario y ordenar a sus 88 millones de miembros que a partir de ahora se saluden de esta forma y se olviden de las categorías jerárquicas.
Recuperaba así una señal de igualdad social que desapareció formalmente en junio del 2010, cuando la Oficina del Transporte Municipal de Pekín repartió una circular en la que ordenó a conductores y cobradores de los autobuses que dejaran de llamar camaradas a los viajeros. “No es una fórmula adecuada para dirigirse al público”, dijo entonces un funcionario municipal al Diario de la Juventud de Pekín. Fue la puntilla final a una palabra que había caído en un desuso progresivo, a medida que avanzaban las leyes del capitalismo y aumentaban las diferencias sociales en China.
Su restablecimiento es visto ahora por algunos observadores políticos como parte del esfuerzo de Xi Jinping por recuperar los valores fundamentales del movimiento comunista. Una iniciativa que se suma a las campañas de copiar la Constitución a mano y de luchar contra la corrupción para demostrar que los miembros del partido deben ser ejemplares.
La orden llegó después de que el organismo anticorrupción del país calificara de “soborno verbal” la práctica generalizada de olvidar la palabra “adjunto” al referirse a un director adjunto o a un jefe de departamento adjunto. Un mandato que se incluyó en el documento Normas de la vida política dentro del Partido, divulgado a primeros de mes, que subraya que “para defender las relaciones democráticas e iguales entre los camaradas dentro del partido, los miembros deben llamarse camaradas”.
La difusión de esta decisión interna ha creado, sin embargo, sorpresa en la comunidad homosexual china. Un colectivo que se apropió de este término hace más de una década como un signo de solidaridad ante una sociedad a menudo hostil. La palabra se ha instalado de forma simpática en el vocabulario de las jóvenes generaciones porque los dos caracteres que definen el término camarada son los mismos que significan homosexual. Una popularidad que se extendió entre la comunidad de gais y lesbianas chinas a partir de que empezara a ser usada por el cineasta Lin Yihua en Hong Kong.
Y es que se trata de un vocablo que se convirtió en un guiño identitario de un colectivo perseguido hasta 1997 y aceptado desde el 2001, cuando Pekín retiró la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales. Una posición oficial que no exime que sólo uno de cada cinco chinos acepte la homosexualidad y numerosas clínicas privadas ofrezcan tratamientos diversos para “corregir” esta orientación sexual, aprovechándose de la obsesión de muchas familias por tener un nieto a toda costa.
El pulso por la apropiación del vocablo ha empezado, pero algunos analistas políticos son escépticos acerca de que la orden del comité central haga cambiar las costumbres de la gente. Nadie se imagina en China llamar camarada al jefe o al presidente de la compañía, en especial si se tiene en cuenta la confusión que se puede crear en una sociedad tan conservadora como la china.
Hay escepticismo sobre que la orden del comité central haga cambiar un uso ya instalado