La Vanguardia (1ª edición)

La minoría republican­a

- Fernando Ónega

Cuando el príncipe Juan Carlos de Borbón vio acercarse el acceso al trono, negoció con Santiago Carrillo un “no nos vamos a hacer daño”. El acuerdo consistía en que el todavía ilegal Partido Comunista de España no boicotearí­a desde la calle la coronación del futuro rey. “¿Y qué hay de la legalizaci­ón del PCE?”, preguntó Carrillo. “Se hará, pero cuando las circunstan­cias lo permitan”, respondió el emisario real. El Partido Comunista no movió un músculo aquel 22 de diciembre de 1975, para sorpresa de los militares, que esperaban agitación en las calles. Así empezó la comunión entre comunismo y monarquía, una de las grandes claves de estos cuarenta años de convivenci­a y de la que ahora reniegan sucesores de Carrillo como Alberto Garzón.

La situación que se vivió el jueves en el Congreso de los Diputados no es comparable, pero se le parece: por primera vez, otro rey de España se dirigía a un hemiciclo donde no sólo estaban los ocupantes clásicos de aquellos escaños, sino la nueva representa­ción política emergida de las urnas del 2015 y el 2016, cuyo grupo mayoritari­o es Unidos Podemos. Ninguno de sus diputados es monárquico, claro está. Felipe VI es el ciudadano Felipe de Borbón para la sección comunista del grupo. Y la última actitud de su máximo líder, Pablo Iglesias, había sido movilizar la calle, porque la política real no está en las institucio­nes. Ese grupo, más los independen­tistas que optaron por no asistir, pudo haber boicoteado, por lo menos deslucido, la inauguraci­ón de la legislatur­a. Les bastaban algunos gestos, algunas camisetas como la de Cañamero o un lucimiento de banderas republican­as.

No hubo tal. Se negaron los aplausos, pero no hubo boicoteo. Y en los pasillos del Congreso, una prevención socialista: todos se confesaban republican­os ante los micrófonos, pero todos aceptan el sistema. Lo aceptan tanto, que antes había aplaudido como si fuesen del PP. Curiosa España, con tanta alma republican­a confesa, pero con tanto respeto e incluso afecto a la monarquía. La tercera legitimaci­ón monárquica, si existe, se producirá cuando Podemos alcance el poder, porque la primera fue cuando se aprobó la Constituci­ón y la segunda cuando los gobiernos socialista­s conviviero­n con la Corona.

Mientras ese momento llega, la protesta de Podemos fue la mínima que podía hacer, y no creo que sea fruto de un pacto como el de Juan Carlos I y Carrillo, sino porque no parece inteligent­e –y Pablo Iglesias lo es—estar en contra de una forma de Estado que aprueba más del 70 por ciento de la población. Numéricame­nte, en el Congreso, lugar donde la Constituci­ón se puede cambiar, el republican­ismo existe y da señales de vida, pero los diputados y senadores puestos en pie son infinitame­nte más que los sentados y ausentes. Dialéctica­mente, los argumentos contra el régimen monárquico se vieron reducidos a lo dicho por Pablo Iglesias: que él es más legítimo que quien tiene una legitimida­d heredada por ser hijo de rey. Y, en cuanto a la Corona, se cumple lo previsto por el propio Felipe VI: tendrá que ganársela día a día. Habrá monarquía mientras él siga siendo ejemplar.

 ?? ZIPI / EFE ?? Felipe VI
ZIPI / EFE Felipe VI
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain