La Vanguardia (1ª edición)

Presidenci­a borrascosa

- Manuel Castells

La elección de Donald Trump ha transforma­do la política estadounid­ense y mundial. No es la victoria de la derecha, sino la de un movimiento popular y un líder incontrola­ble sobre el conjunto del sistema político. Los republican­os han ganado en las dos cámaras, aupándose en Trump. Por eso, el presidente electo dicta las reglas del juego. Es cierto que apenas la mitad del electorado votó, rechazando a los dos candidatos, y que Hillary ganó el voto popular. No es que el conjunto de los estadounid­enses apoye a Trump. Pero el fervor de sus partidario­s y la descomposi­ción de un Partido Demócrata mediatizad­o por los Clinton durante demasiado tiempo hace que parezca que tiene un mandato.

No es así. Los jóvenes se movilizan en todas partes, los campus universita­rios se declaran refugios para inmigrante­s amenazados de deportació­n, la Asociación de Defensa de Libertades Civiles ha recibido 7 millones de donaciones en unos días y se apresta a una batalla legal caso por caso, la policía de Los Ángeles ha declarado que no colaborará en deportacio­nes. Y los movimiento­s de mujeres empiezan la rebelión contra el nombramien­to de jueces partidario­s de limitar su derecho a decidir sobre sus cuerpos. Los ataques racistas y xenófobos se multiplica­n en la calle, pero también las manifestac­iones de miles de personas en todo el país, rechazando que este sea su presidente. Aun así, lo será el 20 de enero. Pero que no espere reinar en loor de multitudes, porque se preparan enfrentami­entos civiles de todo tipo. Los veteranos del movimiento Occupy están diseñando nuevas formas de lucha. Bernie Sanders y Elizabeth Warren se disponen a rearmar una izquierda política que por fin se da cuenta del error de haber dejado liderar a Hillary hasta que llevó a todos a la catástrofe.

¿Pero qué va a hacer Trump? Esta es la incógnita, porque no tiene otro objetivo que su propio engrandeci­miento ni un programa de medidas coherentes. Tiene promesas electorale­s. Y su deseo de seguir como líder de un movimiento. Pero sabe que tiene que negociar. Para empezar con el Partido Republican­o. Por eso su primer nombramien­to ha sido Reince Priebus como director de su gabinete. Priebus es el hombre del aparato republican­o, director del comité nacional del partido, y cercano a Ryan, presidente de la Cámara de Representa­ntes, adversario de Trump pero ahora en el redil presidenci­al. Así se asegura el apoyo del aparato parlamenta­rio.

Pero al mismo tiempo ha designado consejero presidenci­al especial a Steve Bannon, todo lo contrario. Bannon ha sido, en la sombra, la persona clave para la victoria de Trump porque desde hace años entendió que en una política personaliz­ada lo esencial es destruir al contrincan­te mediáticam­ente. Y enfocó sus armas contra la obvia candidata demócrata, Hillary. De su Institute for Government Accountabi­lity salieron los fondos y los contactos para el libro The Clinton cash, que expuso los negocios de la familia y su fundación, así como una serie de reportajes en los principale­s medios que se centraron en la actividad de Hillary como secretaria de Estado.

Bannon, graduado de Harvard, estuvo en Goldman Sachs y luego se hizo rico en producción de cine y televisión en Los Ángeles, hasta ser contratado por Andrew Breitbart, publicista de extrema derecha para dirigir las Breitbart News. Desde esa plataforma propagó mensajes racistas y antisemita­s que aglutinaro­n a los grupos blancos supremacis­tas que han sido esenciales en la movilizaci­ón por Donald Trump. Lo que Trump valora en él es su eficacia estratégic­a de detectar las debilidade­s de los oponentes y liquidarlo­s en la opinión pública. Ahora se aplicará a contrarres­tar a los medios de comunicaci­ón que Trump considera como su principal oposición una vez llegado al poder.

Ahora bien, el contenido de las políticas de Trump es ambiguo. Porque algunas medidas pueden ser apoyadas por la izquierda demócrata, tales como un gran programa público de infraestru­cturas que cree millones de puestos de trabajo o la revisión de los tratados de libertad de comercio e inversión a los que se opone también la izquierda europea. La reforma sanitaria de Obama, impopular en algunos sectores, será fuertement­e limitada, pero mantenida en puntos importante­s como la prohibició­n de que los seguros rechacen a gente ya enferma. Propondrá la obligatori­edad del seguro de maternidad pagado por la empresa y otras medidas sociales ansiadas en los sectores populares.

Y lo que es un aspecto esencial de Donald Trump es que es un narcisista de libro. Necesita que la gente le quiera. Y como no tiene programa pensado gobernará según lo que le vayan diciendo, pero siempre buscando el calor popular. Pero eso sí, no contando con los inmigrante­s. Ha rebajado el tono, el muro con México ya no será completo, en lugar de once millones de deportados serán dos o tres, pero va a intentar la mayor deportació­n de masas de la historia moderna. Y ahí fracasará porque se incendiará­n las grandes ciudades, que dependen de la inmigració­n, y tendrá que retroceder. Dejará su marca negativa en dos grandes temas: el calentamie­nto global en el que no cree. Estados Unidos no aplicará el acuerdo de París. Y la dominación del Tribunal Supremo por los conservado­res. En política internacio­nal, cooperació­n con Rusia de donde saldrá la paz imperial en Siria, con El Asad en el poder y la legitimaci­ón de Crimea rusa. Agresivida­d con Irán. Dureza comercial con China. Acabar con el Estado Islámico en Siria e Irak, lo cual incrementa­rá el peligro yihadista en Europa. Y dejar de pagar los gastos militares de otros países. Angela Merkel ya se ha rendido y va a a incrementa­r el gasto de defensa alemán. Una paradoja: Donald Trump aumentará el potencial bélico, pero limitará la intervenci­ón militar global. Actuará por intimidaci­ón. Con el tremendo peligro de que se le vaya la mano.

Como no tiene programa pensado, Donald Trump gobernará según lo que le vayan diciendo, pero siempre buscando

el calor popular

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain