Milá y el monopolio de la pasión
La intención programática de ConvénZeme (BeMad) está clara: liberar a la lectura del yugo elitista y apelar a la insurrección de los gustos y la desobediencia de los cánones. En la práctica, eso se traduce en una sucesión de recomendaciones (positiva, color verde; negativa, color rojo) más relacionadas con factores emocionales que intelectuales. La interlocutora omnipresente es Mercedes Milá, que ejerce de sacerdotisa de la insurrección aplicando principios de inmediatez de reality a un formato dinámico. Sin embargo, este el elemento más ambivalente de la propuesta. El otro es partir de una idea de los libros en la que “sólo me importas tú”, el lector, al margen de los autores, los editores y, sobre todo, los críticos. Los libreros sí están acertadamente representados con la selección del escenario, la librería +Bernat, y en una concepción ecuménica de la industria que, sin intermediarios, opina con la misma libertad sobre la autoayuda, los clásicos o la literatura juvenil. Fiel a su omnívoro coleccionismo de invitaciones, sor Lucía Caram ejerció de invitada especial. Aparte de la anécdota de llamarle Milán a Milá, recomendó las reflexiones del obispo Casaldàliga y reprobó el indispensable Contra la nueva educación. PRESUNCIÓN PERVERSA. La perversión de la declaración de principios de Milá radica en atribuirse una defensa monopolizadora del lector, como si todos los programas de libros de los últimos años (Literal, Negro sobre blanco, Encuentros con las letras, Mil paraules, Libros con uasabi, Alexandria, Saló de Lectura, Tria 33, Página 2, L’hora del lector...) nunca se hubieran dirigido a los lectores y hubieran defendido exclusivamente los espurios intereses de la casta editorial. La intención, deliberadamente provocadora, es democratizar el testimonio de la experiencia lectora, desproveerla de un tono de falsa sofisticación y hermanarla con el impudor testimonial de otros formatos, propensos a aspavientos lacrimógenos o a una falsa equiparación reduccionista de un mundo en el que todas las opiniones son iguales. Entre los pros y los contras, sin embargo, ganan los pros. ConvénZeme amplía los horizontes de la prescripción a un ámbito que tendrá que seguir evolucionando para mantener el libro en el escaparate de la atención colectiva. Televisivamente, el formato también ha encontrado en la manera de grabarse –con cámaras de teléfonos móviles– un recurso efectista, más acorde con el patrocinio (Samsung) que con alguna aportación relevante a sus contenidos. En definitiva, es un gran club de lectura que, como novedad, incluye la queja y el derecho a criticar negativa y vehementemente cualquier título con una arbitrariedad popular, directa y televisiva. Una arbitrariedad que tiene el aliciente de abrir una vía interesante: que al final resulten mucho más seductores los libros reprobados que los recomendados. En el tratamiento televisivo de los libros, ConvénZeme aporta un asamblearismo que completa todos los otros modos de hablar de la lectura y, en vez de ofrecer argumentaciones razonadas, propicia el testimonio y los diversos procesos de identificación que, en función de las circunstancias de cada uno, siempre son felizmente infinitos.
La intención del programa es democratizar el testimonio de la experiencia lectora