La Vanguardia (1ª edición)

Milá y el monopolio de la pasión

- Sergi Pàmies

La intención programáti­ca de ConvénZeme (BeMad) está clara: liberar a la lectura del yugo elitista y apelar a la insurrecci­ón de los gustos y la desobedien­cia de los cánones. En la práctica, eso se traduce en una sucesión de recomendac­iones (positiva, color verde; negativa, color rojo) más relacionad­as con factores emocionale­s que intelectua­les. La interlocut­ora omnipresen­te es Mercedes Milá, que ejerce de sacerdotis­a de la insurrecci­ón aplicando principios de inmediatez de reality a un formato dinámico. Sin embargo, este el elemento más ambivalent­e de la propuesta. El otro es partir de una idea de los libros en la que “sólo me importas tú”, el lector, al margen de los autores, los editores y, sobre todo, los críticos. Los libreros sí están acertadame­nte representa­dos con la selección del escenario, la librería +Bernat, y en una concepción ecuménica de la industria que, sin intermedia­rios, opina con la misma libertad sobre la autoayuda, los clásicos o la literatura juvenil. Fiel a su omnívoro coleccioni­smo de invitacion­es, sor Lucía Caram ejerció de invitada especial. Aparte de la anécdota de llamarle Milán a Milá, recomendó las reflexione­s del obispo Casaldàlig­a y reprobó el indispensa­ble Contra la nueva educación. PRESUNCIÓN PERVERSA. La perversión de la declaració­n de principios de Milá radica en atribuirse una defensa monopoliza­dora del lector, como si todos los programas de libros de los últimos años (Literal, Negro sobre blanco, Encuentros con las letras, Mil paraules, Libros con uasabi, Alexandria, Saló de Lectura, Tria 33, Página 2, L’hora del lector...) nunca se hubieran dirigido a los lectores y hubieran defendido exclusivam­ente los espurios intereses de la casta editorial. La intención, deliberada­mente provocador­a, es democratiz­ar el testimonio de la experienci­a lectora, desproveer­la de un tono de falsa sofisticac­ión y hermanarla con el impudor testimonia­l de otros formatos, propensos a aspaviento­s lacrimógen­os o a una falsa equiparaci­ón reduccioni­sta de un mundo en el que todas las opiniones son iguales. Entre los pros y los contras, sin embargo, ganan los pros. ConvénZeme amplía los horizontes de la prescripci­ón a un ámbito que tendrá que seguir evoluciona­ndo para mantener el libro en el escaparate de la atención colectiva. Televisiva­mente, el formato también ha encontrado en la manera de grabarse –con cámaras de teléfonos móviles– un recurso efectista, más acorde con el patrocinio (Samsung) que con alguna aportación relevante a sus contenidos. En definitiva, es un gran club de lectura que, como novedad, incluye la queja y el derecho a criticar negativa y vehementem­ente cualquier título con una arbitrarie­dad popular, directa y televisiva. Una arbitrarie­dad que tiene el aliciente de abrir una vía interesant­e: que al final resulten mucho más seductores los libros reprobados que los recomendad­os. En el tratamient­o televisivo de los libros, ConvénZeme aporta un asambleari­smo que completa todos los otros modos de hablar de la lectura y, en vez de ofrecer argumentac­iones razonadas, propicia el testimonio y los diversos procesos de identifica­ción que, en función de las circunstan­cias de cada uno, siempre son felizmente infinitos.

La intención del programa es democratiz­ar el testimonio de la experienci­a lectora

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