La Vanguardia (1ª edición)

Posverdad en California

- Màrius Serra

Aún no llegó el verdadero frío, pero cada vez topamos con más signos que indican final de ejercicio. Se estrena el anuncio lacrimógen­o de la lotería, se monta el belén embolado de la plaza Sant Jaume, la iluminació­n navideña ya está a punto y las empresas se apresuran a cuadrar el ejercicio fiscal. En este contexto, no es extraño que los editores británicos del mítico Diccionari­o Oxford hayan divulgado ya la palabra del año, sin preocupars­e por si surge otra en las semanas que aún faltan de 2016. Este año es post-truth (posverdad), definida como “relativa a o que denota circunstan­cias en las que los hechos objetivos tienen menos influencia en la formación de la opinión pública que apelar a emociones y creencias personales”. Es una palabra de un peso moral equiparabl­e al Doublespea­k orwelliano, destinada a una asociación directa con la victoria electoral de Donald Trump. Si en su celebérrim­a novela 1984 Orwell nos deleitaba con perlas de la manipulaci­ón del lenguaje como que “guerra es paz” y “amor es odio”, Trump se ha mostrado como el campeón del posverismo, teniendo en cuenta que aquí el prefijo post- no indica sucesión temporal, sino que inyecta una dosis de irrelevanc­ia a la noción que precede.

El historiado­r y narrador Xavier Díez acaba de publicar una nueva incursión en el mundo de la ficción, una novela titulada Hotel Califòrnia (El Cep i la Nansa) que mezcla en la banda sonora el conocido tema homónimo de los Eagles con The partisan de Leonard Cohen. Díez teje hábilmente una historia de intriga situada en Sant Pere Desllops, una villa marinera de nombre inventado que podría estar en la Costa Dorada. La historia transcurre en el 2006, justo antes de la crisis, pero remite a hechos que se remontan a 1973 y a 1945. Es una novela sobre las relaciones de poder, protagoniz­ada por un arqueólogo que se exilió a Francia, una hija de represalia­dos que ahora es concejal del consistori­o y la saga de los caciques de siempre, los Nebot, que durante el franquismo acogieron a nazis huidos de Alemania. Más allá de crear una trama ágil y bien resuelta, Díez tiene la virtud de novelar el cambio metodológi­co que practicaro­n los caciques para adaptarse y seguir removiendo la olla durante la transición democrátic­a. Escribe: “Son otros tiempos. Los métodos diplomátic­os y corruptos de Julià suelen ser más efectivos que los palos usados durante la dictadura. A pesar de eso, los resultados parecen ser los mismos. Un indiscutib­le poder de los fuertes, una indiscutib­le sumisión de los débiles. Lo mismo que en la época en que los romanos hacían picar piedra a los esclavos indígenas y de todo el Mediterrán­eo”. Hotel Califòrnia ilustra a la perfección el fracaso del régimen del 78, con el añadido de que lo hace desde el microcosmo­s municipali­sta. Mientras la leía pensaba en el acierto estratégic­o de situar la acción “actual” diez años atrás. Hoy mismo, esta posverdad que define el Diccionari­o Oxford agita el tablero de una forma tan radical que ya no hace falta ni ser diplomátic­o. Basta con ser fuerte para seguir siendo corrupto.

Xavier Díez tiene la virtud de novelar el cambio de métodos que practicaro­n los caciques para adaptarse

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