La dura vida del cronista
¿Qué hacían el president Carles Puigdemont y el conseller de Cultura, Santi Vila, en el bar Marsella el jueves por la noche? Todo empezó el lunes. En la calle Diputació se inauguraba la librería Malpaso. Es de color blanco. Las estanterías llegan hasta el techo, y se distribuyen por editoriales y no por autor. Cada mes hay un sello invitado, ahora es Phaidon. No hay mesas de novedades, sino temáticas: sobre la Barcelona anterior a Cobi, sobre el feminismo, sobre las adicciones, la poesía y una que acoge los ochomiles, esos tochos que cabe encumbrar, como 2666 de Bolaño, o Guerra y
Paz, de Tolstoi. No cabe un alfiler, y entre los curiosos, se apretujan también representantes de la literatura, como Rodrigo Fresán, Rodrigo Díaz (que ha aparcado su taxi en la puerta) o Jordi Pujol Júnior, que habla con el regidor Joaquim Forn y el que fuera conseller, Joan Ignasi Puigdollers. “La apertura de una nueva librería siempre es una buena noticia”, dice Ester Pujol, “si faltan libros en catalán, ya los reclamaremos”. Los invitados teorizan sobre la superluna que brilla fuera, y se diría que algunos nunca han comido canapés gratis, por el modo en el que se lanzan a las bandejas recién servidas.
La vida de la cronista cultural es dura. Un día observas el acto el público, y al siguiente, te observas a ti misma en La Central a través de los demás, cuando presentas la primera novela de la argentina Paula Porroni. Publicada por Minúscula, Buena alumna trata precisamente de eso, de la autoexigencia a la que nos sometemos para ser perfectos. Buscas trabajo en el extranjero, vas de apartamento en apartamento, fisgoneas en la existencia los demás, y quieres creer que no eres una inmigrante. La editora Valeria Bergalli dice que, aunque se escribió antes del referéndum, el libro refleja los efectos (o tal vez las causas) del Brexit. Luego te invita a cenar a La Palmera con la autora, sus amigas que han venido de Londres y la cantante Marina Rossell. Habláis de frikifans capaces de donarte sus órganos, de una residencia de escritores en el Bruc donde las gallinas campan por el pasillo, de la desaparición de la memoria y de los perros salchicha.
Al día siguiente, estás comiendo en el Mirabé, con la ciudad a tus pies, durante un encuentro de cameos de la última novela de Carlos Ruiz Zafón. Y es que, en El
laberinto de los espíritus, el autor hace aparecer un trasunto de aquellos que hacen realidad sus libros. Por ejemplo, el personaje Sergio Vilajuana tiene un parecido más que razonable con Sergio Vila-Sanjuán, creador del cuño: “Ruiz Zafón es el narrador español más leído del mundo después de Cervantes”. Están los directores del área literaria y la división de libros del Grupo Planeta, Carlos Revés y Jesús Badenes (Revells y Badens en la novela), el periodista Sergi Dòria (profesor Aldesde buquerque), la agente literaria Antonia Kerrigan (Madame Currygan), el editor Emili Rosales (Émile des Rosiers), y la directora de comunicación Laura Franch (Laura Franconi). En la historia, que acaba de presentarse a la prensa, aparece asimismo un elegante director de diario llamado Mariano Carolo.
Dice Ruiz Zafón que, tras acabar la tetralogía que empezó con
La sombra del viento, se siente en paz. “Ha quedado exactamente En ‘El laberinto de los espíritus’ el autor hace aparecer un trasunto de aquellos que hacen realidad sus libros como había soñado”, le comentaba al periodista Carles Francino en el altar del templo expiatorio del Tibidabo. Francino le pregunta si los tuits tienen alma. Y también (“si no lo hago, reviento”, ha dicho), sobre el independentismo y Trump. Hay Sugus por todas partes. Quizá un guiño a los lectores avezados que le reprochaban que la marca apareciera en La sombra del viento, ambientada en 1953, cuando el caramelo no llegó a España hasta 1961. A las ocho es el preestreno de
La mort de Louis XIV. El protagonista, Jean-Pierre Léaud, se quedó huérfano al morir François Truffaut, director de su vida. “El Truffaut de la última etapa de mi carrera se llama Albert Serra”, asegura ahora. Y en la Filmoteca de Catalunya, recibe una gran ovación antes de la proyección de la película. Vicenç Altaió, en el papel de charlatán marsellés que vende un poderoso elixir, hace que el público llore de risa, incluido Llucià Homs, que se ha sentado a tu lado, y un señor que no puede parar al otro.
Al final, hay copas en el mítico Marsella. No de absenta, sino de cava. Bajo los desconchones del techo, brindas con Alicia Kopf, la productora Montse Triola y el equipo de Andergraund Films. Emili Manzano acaba de irse. Están Emilio Álvarez, Philipp Engel, Jordi Pagès, Lluís Coromina, mucha gente de Cadaqués y Banyoles. Y también Puigdemont y Vila. De acuerdo. Tienes el trabajo más divertido del mundo. Por eso te quejas. Porque divertirse es agotador. Y porque si no te quejaras, no parecería un trabajo.
Multitudinaria inauguración de esta librería que ha abierto en la calle Diputació, en la que los libros están organizados por editoriales y no por autores
El templo expiatorio del Tibidabo fue el escenario elegido por Carlos Ruiz Zafón para presentar su última novela
En la Filmoteca de Catalunya se preestrenó esta película de Albert Serra (izquierda) protagonizada por Jean-Pierre Léaud (derecha)