La música del cuerpo
Israel Galván baila el silencio en ‘Solo’, que hoy lleva a Temporada Alta
En el principio de Israel Galván está ¡Mira!/ Los zapatos rojos, (1998), su primer espectáculo, inspirado en la negra historia de Félix el Loco (Sevilla, 1893-Epson, 1941), bailaor que fue fichado como instructor por los Ballets Rusos, colaboró con Picasso y Falla y murió olvidado y demente en un psiquiátrico inglés. Sufría ataques de baile, crisis de angustia que refugiaba en horas y horas de frenética danza. Durante una función de Los zapatos rojos, a Galván le ocurrió todo lo contrario. Se paralizó. Durante más de un minuto se quedó sin saber qué hacer, muerto de miedo, preguntándose qué hacía allí rodeado de aquellos desconocidos que estarían juzgándolo.
Pero a la gente le gustó, y con el tiempo, él mismo, tan aficionado a reinventarse y caminar sobre el alambre, ha ido perdiendo ese “miedo al silencio” hasta el punto de convertir aquel minuto en un espectáculo de tres cuartos de hora, Solo, en el que baila el silencio intentando que suene cada rincón de su cuerpo. Lo presenta hoy en Temporada Alta, dos sesiones en el Monestir de Sant Pere de Galligants para las que ya se han agotado todas las localidades.
“Busco mi propio sonido, la música que soy capaz de generar con el cuerpo, ya sea chasqueando los dedos o percutiendo en los dientes, golpeando con los pies pero también con los codos, sacando sonido hasta de las tripas: el cuerpo es el instrumento perfecto para bailar en mi soledad, en mis crisis, y eso es algo que me hace sentir muy libre”, dice Galván, que ya ha perdido el miedo al público que le hacía vivir cada encuentro como si se tratara de un combate a vida o muerte –a menudo le daba la espalda en el escenario y se retiraba sin esperar aplausos– y aquí baila mirando a los ojos de la gente. “Y cuando bailas mirando a los ojos de la gente, todo cambia”, asegura. Por eso en el espectáculo no hay más iluminación teatral que la necesaria para que se pueda producir ese intercambio de miradas. “La idea es conversar a través del baile, porque es la única manera que conozco de dialogar con el mundo de una manera relajada. En la vida real, me agobia estar rodeado de mucha gente”, confiesa.
Responsable de espectáculos como Metamorfosis, Arena, La Edad de Oro, Tábula Rasa, La Curva o Fla.Co.Men, en los que ha hecho del flamenco un lugar para la exploración, Galván trabaja ya junto a Pedro G. Romero, director de todos sus trabajos, en La fiesta, que se estrenará en el 2017 en Austria y le pondrá de nuevo al borde del abismo. “Por primera vez voy a bailar con un grupo de gente, me integraré en una coreografía coral, algo que está muy hecho. Parece muy simple, pero para mí es nuevo, un gran salto. Soy muy tímido, no me gusta tocar a la gente bailando, me da vergüenza, siempre gira todo en torno a mí, a mi baile. Ahora voy a bailar con otros”. En el grupo estará El Niño de Elche.
Israel Galván le ha perdido miedo al público, ya no baila de espaldas sino mirándole a los ojos