La montaña rusa de Juande Ramos
El técnico cayó 2-6 en el Bernabeu en su última cita ante el Barça
Es 3 de marzo del 2007, bueno ya 4 porque el partido ha terminado tarde. Hay que ubicar al lector en los alrededores del Sánchez Pizjuán, el estadio del Sevilla. Un hombre camina por sus aledaños. Su equipo acaba de batir al Barcelona por 2-1. Los aficionados y algunos periodistas que todavía transitan por la zona le paran para buscar una fotografía o un autógrafo en unos casos y para felicitarlo en otros. El hombre responde con corrección pero casi no mueve el rostro. Mirándole la cara nadie podría decir si sus pupilos han ganado o han perdido. La sonrisa nunca ha sido su fuerte. Se trata de Juande Ramos. El técnico nacido en Pedro Muñoz (Ciudad Real) y que creció en Elche regresa esta tarde al Camp Nou con el Málaga. La última vez que pisó como técnico el coliseo blaugrana fue con el Madrid. Acababa de sustituir a Bernd Schuster y cayó por 2-0, en el que suponía el primer clásico de la era de Pep Guardiola en el banquillo barcelonista. Fue el 13 de diciembre del 2008. Ocho años después Ramos se presenta con un equipo mucho más modesto, en su segunda etapa en el cuadro de la Costa del Sol. Un claro paradigma de su carrera, que ha vivido en una montaña rusa.
Una trayectoria singular en la que ha dirigido al Betis y al Sevilla, al Espanyol y al Barça B (entrenó a Gerard López, Mingo o Arnau e hizo debutar en el filial a Puyol), al Madrid y al Tottenham, en Rusia y en Ucrania. Una hoja de servicios particular que aúna el fútbol de brega y supervivencia con el juego de alto nivel y de éxitos, como demuestran los cinco títulos que consiguió en Nervión. De lo primero sirve como ejemplo su estreno como entrenador blanco, el referido clásico en el Camp Nou. Schuster acababa de ser despedido por decir que su equipo no tenía nada que hacer y Juande, en una semana, estuvo a punto de dar un disgusto a los barcelonistas. Su Madrid se pertrechó como un conjunto pequeño, hasta seis futbolistas distintos atacaron los tobillos de Messi en la primera parte y el duelo no se resolvió hasta el tramo final. Luego empezó una racha brutal de victorias con el Madrid, pero siempre estará ligado a lo que pasó en el Bernabeu en el partido de la segunda vuelta: el 2-6. Una de las obras cumbre del Barça de Guardiola, hasta hoy el último duelo de Juande ante los blaugrana. Tiempo después, cuando el equipo de Pep endosó el 5-0 al Madrid de Mourinho, Ramos diría que ese encuentro fue más humillante para los blancos que el 2-6.
Pero no sólo tiene malos recuerdos el de Ciudad Real contra el Barcelona. En su álbum hay muchos buenos también, como la Supercopa de Europa de 2006, en la que su Sevilla le metió un 3-0 al conjunto de Frank Rijkaard. Aunque mayor sonrojo fue para el holandés el 5-1 que le propinó el Málaga de Juande en 2003. Sea como fuere, la carrera de Ramos en España tocó techo, en cuanto a pilotar a un grande, en su temporada en el Madrid. A partir de ahí cogió las maletas y se marchó al extranjero, a Inglaterra, a Rusia y a Ucrania, donde estuvo cuatro años en el Dnipro. Cuando ya casi nadie sabía dónde se había metido, el conjunto malagueño lo recuperó para la Liga. Por allí donde fue siempre dejó recuerdos contradictorios. Por un lado su profesionalidad, su manera de leer los partidos y la puesta a punto de sus equipos (¡cómo hizo adelgazar a los jugadores del Tottenham!) están fuera de toda duda. Por el otro lado, las sombras, un carácter introvertido, seco, recio. Nunca fue una persona fácil de tratar (y si no que les pregunten a los que convivieron con él en su breve etapa en el Espanyol) ni la alegría de la huerta. Si se cometía algún desliz, como que sonara un móvil en una rueda de prensa, fulminaba con la mirada al infractor y se marchaba de la sala. Juande y su montaña rusa vuelven hoy al Camp Nou. “Es un buen sitio para que mi equipo empiece a ganar fuera”, sentencia.