La Casa Blanca de Trump maniobra contra el Papa
OeEl principal asesor del presidente se alía con los cardenales más ultras oeStephen Bannon acusa a Francisco de erosionar los valores judeocristianos oeTrump impone su hoja de ruta y reanuda el oleoducto de Dakota
Francisco no lo tendrá nada fácil con Donald Trump. El Papa y el nuevo presidente estadounidense se encuentran en las antípodas en temas tan fundamentales como la inmigración, los refugiados, el cambio climático y la relación con el islam. Pero hay algo más que puede ser peligroso para el pontífice argentino: Stephen K. Bannon, el principal asesor y estratega de Trump, está muy bien conectado y simpatiza con los sectores católicos ultraconservadores que critican abiertamente a Francisco e intentan boicotear sus reformas.
Entre Francisco y Trump saltaron ya chispas cuando el Papa, en plenas primarias republicanas, condenó la idea de levantar un muro en la frontera con México y dijo que no podía considerar cristiano a quien hiciera una propuesta de esta índole. Ahora el enfrentamiento puede ser más serio y duradero.
Un largo artículo en The New York Times acaba de desvelar un hecho que pasó inadvertido en Roma en su momento pero que, tras la llegada de Trump a la Casa Blanca y el puesto clave dado a Bannon en su equipo, cobra un especial significado. En abril del 2014, con motivo de la doble canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII, Bannon, que dirigía Breitbart News –un medio digital escorado a la extrema derecha–, viajó a Roma para cubrir el acontecimiento. Durante su estancia en la Ciudad Eterna, el que luego sería gurú de Trump estableció un fuerte vínculo con el cardenal estadounidense Raymond Burke, uno de los máximos exponentes, en la curia, de la resistencia del búnker tradicionalista a los cambios de Francisco.
Fue amor a primera vista. Bannon y Burke se dieron cuenta de sus amplias coincidencias ideológicas, por ejemplo sobre la erosión de los valores judeocristianos en Occidente y la amenaza mortal que representa el avance del islam.
Para el periodista del rotativo neoyorquino, “de la misma manera que el señor Bannon ha conectado con los partidos de extrema derecha que amenazan con derrocar gobiernos en toda Europa occidental, también ha hecho causa común con elementos en la Iglesia católica romana que se oponen a la dirección por la que les está llevando Francisco”. “Muchos comparten la sospecha del señor Bannon de que el papa Francisco se equivoca peligrosamente y es, probablemente, un pontífice socialista”.
Meses después del viaje a Roma, Bannon dio una charla, por videoconferencia desde Los Ángeles, en el Instituto para la Dignidad Humana, una entidad tradicionalista próxima a Burke, en la que insistió en la necesidad de combatir el islam, remontándose al siglo VIII, y de que la Iglesia sea más combativa contra “esta nueva barbarie”.
La jugosa información de The New York Times obligó a The Washington Post a ocuparse también del asunto al día siguiente. Uno de sus columnistas más veteranos, E.J. Dionne Jr., un católico que ha escrito mucho de religión y fue corresponsal en Roma, se preguntó hasta qué punto la alianza entre Bannon y Burke podrá erosionar “la inmensa popularidad de Francisco entre los católicos estadounidenses”. Según Dionne, el efecto será muy menor, pero sí pondrá en evidencia la tensión en el seno del catolicismo estadounidense por la línea de un Papa que pone tanto énfasis en la lucha contra la pobreza, en la acogida a los inmigrantes y, en general, en su “relativa apertura a la modernidad”.
Las revelaciones sobre los fluidos contactos de Bannon con quienes tratan de zancadillear a Francisco llegan pocos días después de un hecho que, por lo insólito, provocó estupor y dejó mal sabor de boca en Roma. El sábado pasado aparecieron en diversos barrios de la ciudad carteles muy críticos –y hasta ofensivos– contra Francisco. En los pasquines, de anónimo autor, se reprochaba al Papa haber colocado a comisarios en congregaciones, apartado a sacerdotes, “decapitado” a la Orden de Malta e “ignorado a cardenales”. El texto concluía con la pregunta retórica
Stephen Bannon conoció al cardenal Burke cuando se hizo santo a Juan Pablo II El gurú presidencial y el purpurado temen la erosión de los valores judeocristianos
sobre si estas actitudes respondían a la misericordia que con tanta vehemencia promueve el Papa.
La misteriosa acción de los carteles, aunque bastante cutre por el lenguaje utilizado (argot popular romano) y la formulación del mensaje, causó cierto malestar en el Vaticano. Por el tono y el contenido, parece claro que sus instigadores provienen de sectores conservadores, aunque no hay certeza de ello.
No existen dudas, en cambio, de que el cardenal a quien se atribuyen buenas migas con Bannon es un personaje hostil a Francisco y que aparece en todas las conspiraciones. El purpurado, de 68 años y natural de Wisconsin, perdió mucho poder tras la elección de Jorge Mario Bergoglio como Papa. Francisco lo relevó como prefecto de la Signatura Apostólica, el tribunal de última instancia de la Santa Sede. En la actualidad Burke ejerce de patrón de la Soberana Orden de Malta, un cargo en gran parte honorífico, pero en el que acaba de protagonizar un terremoto interno como hacía siglos que no ocurría. La orden caballeresca y humanitaria se ha visto sacudida por una lucha de poder interna en la que ha tenido que intervenir el Papa. El gran maestro, el británico Matthew Festing –que al parecer tenía el apoyo de Burke–, hubo de renunciar finalmente al cargo por presión de Francisco. No pasaba algo así desde 1799.
Burke fue asimismo uno de los cuatro cardenales firmantes de una dura carta a Francisco, hace unos meses, en la que expresaban serias dudas teológicas sobre la exhortación apostólica Amoris laetitia (la alegría del amor), el texto con el que el Papa sacó sus conclusiones de los dos últimos sínodos sobre la familia. Los purpurados cuestionaban lo relativo a la comunión de los divorciados vueltos a casar, lamentaban la confusión creada e instaban a Francisco a clarificar las cosas.
Para los sectores más reacios a las reformas de Francisco, la apertura a los divorciados es la primera espita que se abre y temen que el chorro no se detenga. Consideran que se cuestiona la indisolubilidad del matrimonio y supone, de hecho, una aceptación tácita del divorcio, rompiendo el discurso católico y mandato evangélico. Sospechan que seguirán otros cambios. Un blog de un veterano vaticanista italiano, Sandro Magister, altavoz casi cotidiano de los más críticos con el Papa, escribía hace dos días que Francisco no descarta la futura ordenación sacerdotal de las mujeres, pese a haber dicho en dos ocasiones que Juan Pablo II lo descartó de modo definitivo y que esa era la última palabra. Los sectores conservadores ven ya como precedente peligroso que Bergoglio esté estudiando aceptar el diaconato femenino.