La Vanguardia (1ª edición)

Mauricio Pellegrino

El embrollo de la sede arranca con el no del Madrid y las dudas del Calderón

- CARLES RUIPÉREZ Barcelona

Como el equipo que dirige, el Deportivo Alavés, Mauricio Pellegrino (45) disputará su primera final de Copa, una gesta para un equipo recién ascendido a Primera y que hace sólo ocho temporadas se debatía en el pozo de Segunda B.

La final de la Copa del Rey del 2017 tiene dos certezas, que será el 27 de mayo y que enfrentará al Barcelona y al Alavés. Sin embargo, los aficionado­s de los dos finalistas aún no pueden preparar el viaje. Todavía no hay destino. Para los vitorianos esta incertidum­bre es nueva. Los barcelonis­tas ya están acostumbra­dos al embrollo. Es la séptima final del torneo que jugará su equipo en los últimos nueve años y todo apunta a que ninguna la habrá podido jugar en el Santiago Bernabeu, el estadio con más aforo después del Camp Nou.

Ni 24 horas después de que la final quedase definida, el Real Madrid se posicionó. “En el Bernabeu no se podrá jugar la final porque hay obras”, descartó el presidente blanco. Es la misma excusa que ofreció en el 2012 para no ceder el campo.

Los hechos dicen que después de que en 1997 el himno del Barcelona tronase tres veces por la megafonía del coliseo blanco –previo pago de 25.000 pesetas por parte de Joan Gaspart–, para que el Barça diese la vuelta de honor después de ganar al Betis (3-2), el Bernabeu sólo ha acogido cuatro finales y en dos de ellas participó el Madrid –y las perdió–.

Dar cabida a la mayor cantidad de sus socios es la prioridad del Barcelona. Por eso ve con buenos ojos el campo del Madrid y sus 80.000 asientos o, como sucedió en el 2015, no descarta proponer jugar de nuevo en el Estadi.

El accionista mayoritari­o del Alavés, Josean Querejeta, barre hacia sus intereses y aboga por el nuevo San Mamés. “Es un campo moderno, con buena capacidad y próximo. Nuestros aficionado­s no van a ver muchas finales. El caso del Barça es distinto ya que casi cada año juega finales”, razonó Querejeta. Además, San Mamés cuenta con el hándicap de que el 30 de mayo alberga un concierto.

En ese escenario, emerge el Calderón. En su día, Enrique Cerezo arrancó el compromiso de la Federación de despedir con honores al Vicente Calderón, que ha acogido 13 finales de la Copa –incluida el Barça-Sevilla del 2016– y que tiene los días contados ya que el Atlético se muda la próxima temporada a la Peineta, rebautizad­a como Wanda Metropolit­ano.

Pero empiezan a surgir voces dentro de la afición colchonera que no desean ser sede. Entienden que debe ser su propio equipo el que ponga el cierre al estadio del Manzanares. El club también hizo gestiones en su día para acabar la Liga en casa y el sorteo deparó para la 38.ª jornada un Atlético-Athletic.

De hecho, no es la primera vez que se quiere que la final de Copa sea el broche de oro para la trayectori­a de un estadio. Ya ocurrió en el 2009. Entonces el Barcelona y Athletic intentaron jugar en Madrid pero la Federación les envió a Valencia con el argumento de que era la forma de despedir y homenajear a Mestalla antes de que el club che se trasladase. Han pasado seis años desde entonces y el Valencia sigue jugando sus partidos como local en Mestalla, que entre medio ha acogido otras dos finales (2011 y 2014).

Que la Copa sea una final itinerante es un problema casi intrínseco de España pues en Europa casi todos tienen una sede fija como forma de dar importanci­a al torneo. La FA Cup se juega en Wembley desde 1923, con el lapso de la reconstruc­ción. El Estadio Nacional de Jamor, cerca de Lisboa, es la casa de la Taça desde 1947. Mientras que en Francia la Coupe y la Copa de la Liga se dirimen en Saint Denis. Pero no en todos los países se elige un campo neutral, sin club residente. En Holanda, desde 1989 la Beker se disputa en el Feyenoord Stadion, alias De Kuip, en Italia se centraliza en el Olímpico de Roma –antes del 2007 era a doble partido– y la Pokal se estableció en Berlín en 1985 –el Hertha la ganó en casa en el 2001 y el 2002–. Pero en España sigue sin haber consenso y se deja todo para última hora. De hecho, no hay ni prevista una reunión inicial para poner fin al culebrón de la final.

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